Lo de Elvis
Imagina que tu amiga se va a Zamora, en lugar de a Las Vegas, con un cura disfrazado de Mortadelo y un Filemón ofreciéndoles, saltando de alegría y salpicando el altar, vino de sangre de toro.
Imagina que tu amiga se va a Zamora, en lugar de a Las Vegas, con un cura disfrazado de Mortadelo y un Filemón ofreciéndoles, saltando de alegría y salpicando el altar, vino de sangre de toro.
Un amigo me contó que una amiga suya viajó a Las Vegas a casarse como se casan en las pelis: borrachos, con un decorado de cartón, ungidos por un hombre, o una barriga, disfrazado de Elvis. Me preguntó que por qué ponía esa cara. No supe decirle, la verdad, y solté una reflexión en voz alta: «estamos más por la irrealidad». Noté que su momento de café se agriaba, de modo que le seguí la corriente: «imagina que unas cheerleaders entran en la empresa para que produzcamos más. Mmmmm. Y las cheerleaders serían chinas. O no. Espera. Imagina que tu amiga se va a Zamora, en lugar de a Las Vegas, con un cura disfrazado de Mortadelo y un Filemón ofreciéndoles, saltando de alegría y salpicando el altar, vino de sangre de toro».
Me dijo que si estaba loco.