Elefante huye con rehenes
Es como si aquella dura coraza cuartelera que llevábamos muchos en el alma durante el franquismo, impuesta por como era la cosa la maté porque era mía los hombres no lloran las mujeres a tirar de la casa y criar a los hijos hay que ponerle un palo al arbolito para que crezca derecho hemos nacido para cargar con una cruz
Es como si aquella dura coraza cuartelera que llevábamos muchos en el alma durante el franquismo, impuesta por como era la cosa la maté porque era mía los hombres no lloran las mujeres a tirar de la casa y criar a los hijos hay que ponerle un palo al arbolito para que crezca derecho hemos nacido para cargar con una cruz
¿Nunca se han preguntado sobre lo que nos ha pasado? Creo que a todos y en pocos años. Es como si aquella dura coraza cuartelera que llevábamos muchos en el alma durante el franquismo, impuesta por “como era la cosa” “la maté porque era mía” “los hombres no lloran” “las mujeres a tirar de la casa y criar a los hijos” “hay que ponerle un palo al arbolito para que crezca derecho” “hemos nacido para cargar con una cruz”… Como si ese ser un mucho brutal y bastante sombrío de “Los tambores de Calanda” se hubiera disuelto como un azucarillo dejándonos los sentimientos a flor de piel, hasta el punto de que, si nos sobresalen a veces las venas, los sentimientos se traslucen aún más bajo nuestras dermis.
Sentimentales a tope, pero sin perder de las tripas la mala leche ancestral que nos recuece el ADN de la Iberia Vieja. ¿Qué qué tiene que ver esta reflexión con el hecho de que, un paquidermo hindú matara al cuidador y huyera llevando como rehenes a tres chinos? Pues tiene pechá de fundamento y como se dice en el sur “Pónganse ustedes la mano en el pecho” si no les ha hecho gracia la maldad del elefante y si no han pensado que, seguramente, el cuidador le maltrataba ferozmente (reflexión : que se joda el cuidador) el pobre animal se desesperó le metió un trompazo sin calcular bien sus fuerzas y luego se escapó a la selva con los tres chinos que llevaba en lo alto y que no dejaban de hacer fotos porque los chinos son avariciosos del dinero y si, al precio pagado por el tour se le añade el extra de un suceso luctuoso y un secuestro, entonces los yenes van bien amortizados. ¿A que han sentido pena por el elefante y no por los humanos envueltos en la pendencia? Es así, desde hace años venimos evolucionando, por más que, hasta ahora mismo, con el nuevo Código Penal que ha entrado en vigor el pasado 1 de julio, la crueldad contra los animales no haya encontrado reflejo en las leyes. Al igual que tuvimos que esperar hasta el 2005 para que la normativa que castiga la violencia contra la mujer haya encontrado su rinconcito en nuestro Ordenamiento Jurídico. Demasiado tiempo hemos sido “Rústicos en democracialandia” en plan no conmovernos ante ninguna brutalidad o caso de conmovernos hacerlo bien poco. Pero en un mínimo espacio de tiempo nos hemos dado cuenta de que convertir en fiesta el hecho salvaje de lancear y causar sufrimiento a un toro es una aberración.
Nos hemos enterado de que uno de los rasgos más relevantes del psicópata es la crueldad hacia los animales y por ello miramos con franco recelo a quienes disfrutan con el salvajismo. Antes no. Antes no eran noticia las mujeres maltratadas, hoy son un compromiso de toda la sociedad. ¿Cuándo nos iban a decir que iba a ser también noticia en los telediarios el juicio contra un amo que ha torturado a su mascota? ¿Y que la sociedad entera clame enfurecida ante los criminales que asesinan a los galgos tras la temporada de caza?.
Puede que suframos y sintamos más y lo pasemos peor, pero nos hemos convertido en mejores seres humanos y en más dignos de ser definidos como tales. Por eso en el episodio del elefante al galope llevándose a los chinos tras haberle arreado una manta de palos al cuidador, aunque sea con la boca pequeña por aquello de la corrección política y el Lourdes lingüístico imperante pregunto ¿Quién no se pone de parte del paquidermo y le da la razón?.