Estado de putrefacción
Ante tanta negatividad también sé que hay héroes y heroínas anónimos. ¿Pero por qué acaba pesando más la podredumbre?
Ante tanta negatividad también sé que hay héroes y heroínas anónimos. ¿Pero por qué acaba pesando más la podredumbre?
En pleno verano y entre la sobreabundancia de fotos de pies, cuerpos bronceados y gin-tonics, estos días se han colado un montón imágenes dantescas en los alegres y frescos muros y timelines de nuestras redes sociales. Dantescas por lo que muestran pero sobre todo por lo que implican. Hemos visto un montón de puntitos negros flotando en mitad del mar en la portada de un periódico, cadáveres pequeños y grandes arrastrados hacia las orillas que no lograron alcanzar, cuerpos muertos hacinados en bodegas de barco y contenedores de camiones, madres que intentan sujetar a sus bebés por encima del agua antes de que el último suspiro les engulla a ambos, pequeños extenuados tras largas caminatas sin apenas nada que llevarse a la boca.
Entre tanto uno se entera de medidas políticas, titulares o textos de mierda y acaba de entender que como especie tenemos ya muy poco que demostrar, que no tenemos ni el planeta ni las condiciones que nos merecemos y que si nos extinguiéramos, casi que mejor, ya que nunca hemos sabido estar a la altura. Ante tanta negatividad también sé que hay héroes y heroínas anónimos. ¿Pero por qué acaba pesando más la podredumbre? Se hace extraño pensar que teniendo de todo para todos, nos dé por competir, acumular y jodernos mutuamente hasta la extenuación. Y me temo que siempre hemos sido así. Eso es lo preocupante, que apenas hemos aprendido nada en siglos de historia y guerra y dolor.
Es complicado vivir entre estos niveles de putrefacción e hipocresía, pero al fin y al cabo se ve que es la única manera de sobrevivir. Aun y así, “auguro que poblaremos el planeta mucho menos tiempo que los dinosaurios”, me dijo alguien ayer. Que así sea.