El papa Francisco merece ser ejecutado
Esto hiere al racismo más puro, al nazi-fascismo de quienes no quieren mezclar razas, de quienes siguen dividiendo a los hombres y mujeres por el color de la piel, o por su origen cultural, rechazando cualquier asomo de convivencia y de compasión hacia quienes sufren el destierro y la persecución.
Esto hiere al racismo más puro, al nazi-fascismo de quienes no quieren mezclar razas, de quienes siguen dividiendo a los hombres y mujeres por el color de la piel, o por su origen cultural, rechazando cualquier asomo de convivencia y de compasión hacia quienes sufren el destierro y la persecución.
Los neonazis quieren ejecutar al papa Francisco: “¡merece ser ejecutado!”, gritan, cuando el papa Francisco se enfrenta a su viaje por Estados Unidos este mes de septiembre. A Estados Unidos les crea un problema de seguridad, pero ya están acostumbrados.
Pero ¿por qué ejecutar a este papa? Simplemente por el hecho de haber abierto las puertas de los templos, de las parroquias, de las casas de religiosos y religiosas a las familias prófugas del Oriente Medio, especialmente de Siria.
El llamamiento del papa Francisco del domingo ha tenido un efecto espectacular: en España los centros católicos pueden acoger a 24.542 familias, y en Italia pasan de 100.000, un país ya castigado por la inmigración.
Esto hiere al racismo más puro, al nazi-fascismo de quienes no quieren mezclar razas, de quienes siguen dividiendo a los hombres y mujeres por el color de la piel, o por su origen cultural, rechazando cualquier asomo de convivencia y de compasión hacia quienes sufren el destierro y la persecución. Como en Turquía donde quieren matar a los kurdos, “eliminarlos”, han dicho algunas influyentes organizaciones turcas.
Quiero dedicar una línea de recuerdo a los estados occidentales –entre ellos los europeos– que quisieron derribar al presidente Assad de Siria, en aras a una pretendida democratización del régimen sirio, y se quedan expectantes cuando el Estado Islámico –al principio apoyado por ellos– estrangula la civilización de aquellos pueblos de Sira e Irak y de paso nuestra propia civilización occidental. ¡Cuánta vergüenza tienen que esconder los estados occidentales, en su política miope llena de intereses de Oriente Medio!