La frontera
Una frontera es la línea que separa el tú del yo. En Cataluña pronostican lo que puede conllevar su trazado y al otro lado también, porque los dos lados de la misma no suelen ceñirse a las mismas reglas del juego. Una frontera es el sumun de la distancia entre dos personas o dos mundos, y a veces se escenifica en una vulgar cama. Estas son muy crudas.
Una frontera es la línea que separa el tú del yo. En Cataluña pronostican lo que puede conllevar su trazado y al otro lado también, porque los dos lados de la misma no suelen ceñirse a las mismas reglas del juego. Una frontera es el sumun de la distancia entre dos personas o dos mundos, y a veces se escenifica en una vulgar cama. Estas son muy crudas.
Quizá la contemples como una noticia entre más. Quizá la percibas como el último coletazo de un asunto que amenaza con enquistarse, o peor con convertirse en un mal endémico entre los muchos que padece la entelequia llamada “Europa”; sin embargo es la cuadratura del círculo imposible en que andamos: allí donde no hay fronteras se levantan en un abrir y cerrar de ojos, porque la avalancha humanitaria se desborda, porque no hay orden o porque aquí no cabemos todos, da igual, puesto que Alemania ha puesto en solfa, aunque fuese por unas horas, el tratado Schengen que nos arrogamos en tiempos felices. Claro que Schengenland entraña excepciones, como la un éxodo migratorio sin parangón, pero la eventualidad de levantar diques donde antes no existían perturba la convivencia.
Una frontera es la línea que separa el tú del yo. En Cataluña pronostican lo que puede conllevar su trazado y al otro lado también, porque los dos lados de la misma no suelen ceñirse a las mismas reglas del juego. Una frontera es el sumun de la distancia entre dos personas o dos mundos, y a veces se escenifica en una vulgar cama. Estas son muy crudas.
La globalización, que entendemos al abrir el armario y elegir una camiseta confeccionada en Rumanía con diseño danés y etiquetada en A Coruña, se da de bruces con un problema local que nos afecta a todos. El frente de esa guerra sin cuartel que sufren los sirios se combate en realidad a pie de casa, sin embargo sobre los inquilinos –incapaces de parar el conflicto- planea la sospecha de que en nuestro edificio no hay sitio para todos.
Hasta ayer la UE, vista su desunión en tantos conceptos, solo alcanzaba su unanimidad en la libre circulación de personas. Hoy sabemos que incluso las verdades absolutas contienen matices.