El cruel atropello a la clase media
En este país degradado; de becarios cuarentones, ingenieros que vendimian y de autónomos escasamente autónomos que siguen dependiendo de sus padres se puede dar la incomprensible circunstancia de contar con un empleo y, a la misma vez, ser pobre.
En este país degradado; de becarios cuarentones, ingenieros que vendimian y de autónomos escasamente autónomos que siguen dependiendo de sus padres se puede dar la incomprensible circunstancia de contar con un empleo y, a la misma vez, ser pobre.
Reconozcámoslo… la cosa está muy mala.
En este país degradado; de becarios cuarentones, ingenieros que vendimian y de “autónomos” escasamente autónomos que siguen dependiendo de sus padres… se puede dar la incomprensible circunstancia de contar con un empleo y, a la misma vez, ser pobre.
Hace unos días la Organización Internacional del Trabajo revelaba que los ‘trabajadores pobres’ siguen aumentado en España. Gente corriente, de la atestada clase media, a la que, pese a tener un puesto de trabajo, la escuchimizada nómina no les alcanza ni para mantener a su familia.
Siete años de crisis, y cuarto y mitad de recortes, han mudado, para peor, la vida de demasiados españoles acomodados en ese cajón de sastre al que llaman «clases medias»: trabajadores a sueldo, pequeños comerciantes, autónomos, funcionarios…
Fuimos tan arrogantes… ¿Verdad?. Quizás los sociólogos tengan razón y nos acostumbramos demasiado pronto a vivir sin grandes lujos, pero tampoco estrecheces. Recuerdo que nos chiflaba ir de compras sólo por antojo, jugar al padel los domingos, cenar ‘chino’ más allá del día 20, o escaparnos tratando de engañar a la rutina muy de vez en cuando.
Nos creímos el reflejo de la buena salud de un país, pero resulta que sólo fuimos “divos de saldo”, deslumbrados a razón de mil euros brutos al mes.
Ahora parece ser que la clase media tiene los días contados. El gasto de las familias sigue aumentando y los ingresos disminuyen; y con una patada en el centro de la dignidad les vale para persuadir a cualquier engreído aspirante a vivir acomodado; dejándolo caer, como poco, al siguiente escalón de la sociedad para reconvertirlo en ‘nuevo pobre’, o… en pobre de nuevo.
Trabajar para ser pobre…¡Que sinrazón!. Jornaleros de un porvenir retrógrado y desigual ante el que, aquellos que gobiernan nuestros destinos, parecen continuar “plasmados”.