THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

La profecía que no se cumplió

A veces pasa. Tantas anticipaciones premonitorias, tantos avisos y alertas para prevenir desastres pueden llevar a un agotamiento. Las autoridades se curan en salud, distribuyen las vendas antes de que se produzcan las heridas. Así parece que no hay responsabilidades. Pero está la de equivocarse.

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A veces pasa. Tantas anticipaciones premonitorias, tantos avisos y alertas para prevenir desastres pueden llevar a un agotamiento. Las autoridades se curan en salud, distribuyen las vendas antes de que se produzcan las heridas. Así parece que no hay responsabilidades. Pero está la de equivocarse.

A veces pasa. Tantas anticipaciones premonitorias, tantos avisos y alertas para prevenir desastres pueden llevar a un agotamiento. Las autoridades se curan en salud, distribuyen las vendas antes de que se produzcan las heridas. Así parece que no hay responsabilidades. Pero está la de equivocarse.

Mi comentario viene a cuento del famoso huracán Patricia. Se nos avisó que, una vez más, iba a ser el “del siglo”, con vientos de 400 km. por hora. Sin embargo, el presagio no se cumplió. El huracán fue uno más, convertido rápidamente en rutinaria “tormenta tropical”. Los turistas de Cancún huyeron precipitadamente, los residentes se gastaron una fortuna en blindar sus casas. Las noticias se inundaron de imágenes anticipatorias. Las desgracias colectivas siempre atraen la atención.

En seguida se sacaron de los archivos los datos sobre El Niño, la extraña turbulencia del Pacífico que afecta en seguida a todo el mundo a través del “efecto mariposa”. Esta vez no sirvió de gran cosa.

Tampoco tranquilizó mucho que nos dijeran que estas son las inesperadas consecuencias del “calentamiento del planeta”. Palo si bogas, palo si no bogas. Si los huracanes azotan es que la Tierra se calienta por mor del “efecto invernadero”. Si los huracanes se diluyen es otra consecuencia de lo mismo. Al final, la conclusión de todos estos misteriosos fenómenos es que no hay forma de anticiparlos. Y eso a pesar de habernos gastado una fortuna en artilugios meteorológicos. Con muchos menos recursos predictivos se atrevió Colón a salir de Huelva a ver si llegaba a Ceilán por el oeste. No llegó, claro, porque se interpuso en el camino nada menos que un gran continente. En ese caso la predicción fallida fue el radio de la Tierra, que se creía mucho menor.

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