THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Lo negro de ser mujer en Raqqa

El negro es el color que predomina en las calles de Raqqa, Siria. Hombres cargados de pistolas y fusiles de asalto se imponen ante la más mínima amenaza que ponga en peligro las estrictas normas impuestas por el Estado Islámico

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Lo negro de ser mujer en Raqqa

El negro es el color que predomina en las calles de Raqqa, Siria. Hombres cargados de pistolas y fusiles de asalto se imponen ante la más mínima amenaza que ponga en peligro las estrictas normas impuestas por el Estado Islámico

El negro es el color que predomina en las calles de Raqqa, Siria. Hombres cargados de pistolas y fusiles de asalto se imponen ante la más mínima amenaza que ponga en peligro las estrictas normas impuestas por el Estado Islámico. Ni rastro de color, solo el negro, también en los burkas que visten las mujeres en esas mismas calles; algunas, incluso, mientras llevan a su hijo de una mano y, en la otra, sostienen un Kalashnikov. Y así, hombres y mujeres de negro conviven bajo una cultura de violaciones, de matrimonios forzados, de antimujer.

Ahora, en su último asalto a los derechos de la mujer, el ISIS ha ordenado el cierre de todas las clínicas gestionadas por médicos varones, así como la persecución y amenaza de muerte a todos los ginecólogos hombres que trabajen en Raqqa. Un nuevo latigazo a la mujer, provocado por la creencia de que hombres y mujeres deben mantenerse separados a toda costa.

¿Qué más da si una mujer acaba de ser violada diez veces seguidas por un hombre al que apenas conoce pero que, sin embargo, se acaba de convertir en su marido de manera forzada? ¿Qué importa si quien necesita atención ginecológica es una niña que, sosteniendo una muñeca entre sus manos, entra a la clínica sangrando porque acaba de ser rota? ¿Por qué un uso exclusivo de medicamentos para los militantes?

La salud de la mujer deja de tener sentido en un país donde el color negro lo mancha todo, desde que naces hasta que mueres. Pero lejos de ser comprensible –a mí me impactó leer casos reales de mujeres que así lo sentían-, lo cierto es que la cárcel de tela que les supone el burka a muchas de ellas, les sirve también para aislarse del mal absoluto y de un sistema que no solo les agrede, sino que les niega el derecho a reponerse de cada golpe, físico y mental. Su niqab es un escudo y un aliado frente a lo que hay fuera, mucho peor y más oscuro. 

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