@emrata
Cada uno de mis días laborales comienza, en realidad, de noche. Me levanto a las cinco y media, para salir en coche a las seis y media, para coger un tren a las siete y diez que me llevará a llegar a las ocho a la estación, desde la que, caminando quince minutos, llego a mi puesto de trabajo con el tiempo justo para estar listo, fresco, brillante e ingenioso a las ocho y media
Cada uno de mis días laborales comienza, en realidad, de noche. Me levanto a las cinco y media, para salir en coche a las seis y media, para coger un tren a las siete y diez que me llevará a llegar a las ocho a la estación, desde la que, caminando quince minutos, llego a mi puesto de trabajo con el tiempo justo para estar listo, fresco, brillante e ingenioso a las ocho y media
Cada uno de mis días laborales comienza, en realidad, de noche. Me levanto a las cinco y media, para salir en coche a las seis y media, para coger un tren a las siete y diez que me llevará a llegar a las ocho a la estación, desde la que, caminando quince minutos, llego a mi puesto de trabajo con el tiempo justo para estar listo, fresco, brillante e ingenioso a las ocho y media.
Una de mis rutinas al sentarme en el tren, todavía de madrugada, es coger el móvil y visitar el perfil de una amiga: Emily O´Hara Ratajkowski, es decir, @emrata.
Emily es hija de John, un artista de cierto renombre y aficionado a restaurar casas singulares y Kathleen, una profesora. Además de eso, Emily es también una de las modelos más cotizadas del mundo y cuenta con millones de seguidores en las redes sociales. Yo soy uno de sus devotos.
Asomarme a su perfil en instagram es como visitar un país fabuloso, en el que todo es hermoso y perfecto. En mi oscura realidad de la selva urbana, me produce una extraña paz ver sus fiestas, viajes, hoteles, restaurantes, premios, sesiones, etc. Todo es tan chic, tan urban, tan hipster, tan de manual, que me asombra.
Pero lo verdaderamente valioso de sus ya más de 1.000 fotos compartidas no son esas en las que sale en poses sugerentes o directamente medio desnuda; ni esas que ilustran la vida de una celebrity. De vez en cuando salen tesoros, fotos de su infancia, o de sus padres de jóvenes, o de sus amigos, o de su piso, o del libro que está leyendo. Por ese resquicio, minúsculo y poco frecuente, se escapa otra Emily, más auténtica, real, cercana, sencilla y sensible.
Me produce curiosidad el saber cómo gestionará el paso del tiempo, qué curso seguirá su carrera, cómo será dentro de treinta años…
Soy uno más entre casi cuatro millones. Y pensando en qué podría decirle si solo tuviera una oportunidad, sí pudiera tenerla delante y sólo se me permitiera una frase, escogería el título de uno de sus libros favoritos, de Lorrie Moore.
Emily: “Gracias por la compañía”.