No te esperarán vírgenes
No te esperarán vírgenes. Ni tu profeta. Ni tu dios. Recogeremos los pedazos que de ti quedan, los pondremos en una bolsa, en una fosa, y se te comerá la tierra.
No te esperarán vírgenes. Ni tu profeta. Ni tu dios. Recogeremos los pedazos que de ti quedan, los pondremos en una bolsa, en una fosa, y se te comerá la tierra.
No te esperarán vírgenes. Nadie se acordará de ti, nadie te llorará. Velaremos a nuestros muertos y los inundaremos en flores, los recordaremos como héroes sobre los que nos alzamos ahora más fuertes, mientras tú eres abono de nuestra yerba, nada más. Ni vírgenes, ni profeta, ni honra, ni recuerdo doloso, ni dios, solo trozos de carne putrefacta en un bolsa de basura negra.
No verás ya cómo perdéis la guerra que empezasteis. Escondidos en vuestras guaridas o incluso entre nosotros, tus hermanos en la fe de la nada, parapetados detrás de bombas y kalashnikovs, veréis que seguimos yendo al fútbol y a conciertos y a comer fuera. Seguimos siendo libres de decir lo que nos venga en gana, de creer en el dios que queramos o no creer en ninguno, de dibujar a vuestro profeta pedófilo o de sentarnos en el parque a leer a Salman Rushdie. Vuestra guerra contra nuestro modo de vida, contra la libertad, contra la civilización occidental, está perdida. Nunca París será Raqqa ni en Londres impondréis la sharia.
Nuestros muertos en París son los únicos y verdaderos mártires. Con su memoria cimentaremos nuestra civilización de dos mil años. Los valores en los que creemos y por lo que tantos han muerto son los pilares robustos de la libertad, la igualdad y la fraternidad que vuestras bombas apenas han magullado. Dejadnos unos días para enjugar las lágrimas por los héroes caídos, y mirad ahora aquí, el dedo corazón de esta mano alzada.