THE OBJECTIVE
Brais Iglesias Castro

(In) Seguridad Ciudadana

El 22 de julio de 2005, un joven brasileño llamado Jean Charles de Menezes fue abatido a tiros por agentes de Scotland Yard que lo confundieron con un terrorista suicida en el metro de Londres; al día siguiente de los múltiples atentados terroristas que Al-Qaeda llevó a cabo en la capital londinense y que se saldaron con varias decenas de muertos. El comisario jefe Ian Blair, afirmó en su momento que el tiroteo estaba “directamente relacionado” con la operación activada para atrapar a los terroristas que intentaron un día antes detonar cuatro bombas en tres convoyes del metro y un autobús urbano. Un día después fuentes oficiales de Scotland Yard admitirían que Jean Charles de Menezes era inocente; que se trataba de un joven electricista de 27 años de nacionalidad brasileña.

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(In) Seguridad Ciudadana

El 22 de julio de 2005, un joven brasileño llamado Jean Charles de Menezes fue abatido a tiros por agentes de Scotland Yard que lo confundieron con un terrorista suicida en el metro de Londres; al día siguiente de los múltiples atentados terroristas que Al-Qaeda llevó a cabo en la capital londinense y que se saldaron con varias decenas de muertos. El comisario jefe Ian Blair, afirmó en su momento que el tiroteo estaba “directamente relacionado” con la operación activada para atrapar a los terroristas que intentaron un día antes detonar cuatro bombas en tres convoyes del metro y un autobús urbano. Un día después fuentes oficiales de Scotland Yard admitirían que Jean Charles de Menezes era inocente; que se trataba de un joven electricista de 27 años de nacionalidad brasileña.

El debate que gira en torno a los conceptos de seguridad y libertad o privacidad no es nada nuevo. Desde aquel fatídico 11 de Septiembre de 2001 en la plena totalidad de Estados en Occidente se han implementado numerosas reformas con el afán de incrementar los mecanismos que las fuerzas de seguridad tienen a la hora de garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

El tema es complicado, por un lado el terrorismo yihadista es atípico y extremadamente complejo porque a los terroristas no les importa volar por los aires con tal de matar a cuanta más gente mejor, tal y como desgraciadamente hemos podido comprobar el pasado fin de semana en París. Eso hace que a un terrorista islámico no se le pueda reducir y detener como a cualquier otro delincuente ya que corres el riesgo de que active la carga explosiva y vuele por los aires él junto al policía que trata de detenerle y de cualquier ciudadano que esté cerca con lo cual la única solución es disparar a matar y que el primer tiro vaya directo a la cabeza y lo dejes sin posibilidad de reaccionar. Sin embargo muchos consideran que no se debería permitir que el Estado generalice este método con cualquier sospechoso y se infrinja derechos básicos en materia de privacidad.

La visión orwelliana descrita en la novela 1984 se ha transformado desde su contexto político y tecnológico inicial – las actividades de los servicios de inteligencia durante la Guerra Fría– hasta adquirir un potencial muy peligroso en la era de Internet, las redes sociales, las comunicaciones móviles y los servicios en la nube.

El debate social impulsado tras las filtraciones de Edward Snowden y el atentado en París del pasado fin de semana, en el que los gobiernos apelan de nuevo a la seguridad para proponer restricciones en las libertades individuales, debe contribuir a enriquecer una política de seguridad efectiva que conviva con una cultura de protección de la privacidad que, en demasiados aspectos, continúa anclada en esquemas y escenarios tecnológicos bastante obsoletos.

 

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