El tornado que sacudió la tranquilidad de Denair (California) el pasado domingo tuvo una consecuencia positiva: colocar en el mapa a este anónimo pueblo del interior de California, que sestea en una llanura de fértiles cultivos vigilados por el parque nacional de Yosemite.
Bajando desde Sacramento por la estatal 99, una vez pasado Modesto y antes de llegar a Merced, uno se desvía a la izquierda y enfila el camino de Denair por Monte Vista Avenue. No hay extravío posible, incluso puede pararse a comer en “Las Casuelas” (con ese) que está justo al dejar la 99.
Puedo parecer un experto pero, en realidad, nunca he estado en California, ni siquiera he cruzado el charco. Pero soy muy curioso y adicto al Google Street View. Por eso cuando algo llama mi atención, como fue el caso del tornado de Denier, acudo al lugar del suceso, recorro sus calles, entro y salgo de sus comercios, restaurantes y monumentos; es decir, viajo virtualmente o, lo que es lo mismo, sueño despierto.
Denier me llevó a Modesto, la capital del condado; Modesto me llevó a Stanislaus (el condado) y Stanislaus me dejó a las puertas de la historia de un indio de la tribu Lakisami, de nombre Cucunuchi, pero bautizado con el nombre de Estanislao por los padres de la misión de San José, al sur de San Francisco, sin duda en honor de/a San Estanislao de Kosta.
El indio Estanislao es un personaje de leyenda que lideró una banda de 400 nativos rebelados contra el sistema de misiones en California. Su historia da para muchas novelas y películas, pero hoy en día ya está asociado al orgullo nativo y de su fuerza da testimonio el que exista un condado con su nombre de pila.
Viajar de un tornado a un jefe indio renegado que acaba dando nombre a un condado es una bonita historia o, al menos, un bonito viaje.
Nos vemos en el próximo.