THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Contreras

¿Negociamos?

En el lugar menos imaginado. Allí, donde la paz del espíritu ha encontrado, sin proponérselo, el mayor de los sosiegos, es donde tú y yo entablaremos la negociación. No dudes ni un instante de que llegaremos al acuerdo definitivo sin la presencia de molestos testigos que sólo buscan el protagonismo del que somos únicos depositarios.

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¿Negociamos?

En el lugar menos imaginado. Allí, donde la paz del espíritu ha encontrado, sin proponérselo, el mayor de los sosiegos, es donde tú y yo entablaremos la negociación. No dudes ni un instante de que llegaremos al acuerdo definitivo sin la presencia de molestos testigos que sólo buscan el protagonismo del que somos únicos depositarios.

La mesa estará engalanada de rosas rojas, claveles, petunias y un número indeterminado de capullos de alguna especie en peligro de extinción. A un extremo tu silla, en el otro, la mía y en esa estancia de paredes forradas de caoba, un aparador lleno de botellas de agua con gas y delicados panecillos rellenos de lo más variados productos del universo del embutido acompañarán nuestra deliberaciones.

¿Quieres empezar tú? Tal vez sería mejor que la diosa Fortuna decidiera cuál de los dos debe comenzar la charla, pero ¿Quién lanza la moneda? Y de repente tu rostro ha mutado. Es como si una ‘suave’ brisa llena de ira hubiese marcado tu delicadas facciones. Tienes razón, a veces me dejo llevar por las primeras impresiones y casi nunca me equivoco.

¿Me llamas intransigente sólo porque quiero imponer mi voluntad? ¿Acaso eres de los que piensa que negociar es un síntoma de civilización? ¡Has perdido la razón!

Y ahora lloras sin motivo aparente. Tus rosas se han marchitado, tu sonrisa es una mueca. No entiendo el por qué de ese cambio y sólo espero el momento adecuado para lanzarte por la borda y así dar por concluida la negociación.

Ni las flores o las velas sirven para variar el rumbo de una barca o detener la trayectoria de una bala.

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