THE OBJECTIVE
Roberto Herrscher

Un océano de empatía

Depresión. Tristeza que no se va. Trauma emocional. Sensación de vulnerabilidad. Sentirse en una espiral lenta que baja y baja y no sabemos cuándo (o si) subirá. A veces nosotros o personas muy cercanas y que nos importan mucho, nos sentimos o se sienten atrapadas por algo que está dentro de la propia cabeza, el alma, el corazón o no sabemos o no saben siquiera dónde está.

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Un océano de empatía

Depresión. Tristeza que no se va. Trauma emocional. Sensación de vulnerabilidad. Sentirse en una espiral lenta que baja y baja y no sabemos cuándo (o si) subirá. A veces nosotros o personas muy cercanas y que nos importan mucho, nos sentimos o se sienten atrapadas por algo que está dentro de la propia cabeza, el alma, el corazón o no sabemos o no saben siquiera dónde está.

Y cuando hace mucho frío y el sol no sale por ningún lado, como sucede en Alaska, la melancolía se agiganta y el túnel se ve interminable.

A veces el arte es una puerta para salir. O al menos una ventana para mirar otro paisaje. Un grupo de artistas de Anchorage, en el estado más boreal y frío de Estados Unidos, ideó una “performance” para que el arte ayude en este problema. Se llama “100Stone”, y se propuso la creación de cien esculturas (que terminaron siendo 85) que una vez creadas iban a ser ubicadas en un paisaje a la vez idílico y triste, en la playa, en los acantilados, a la orilla del mar, entre las rocas abruptas, vapuleadas por unas olas punzantes que sin embargo no las quiebran sino que las acarician.

El grupo está conformado por la artista plástica Sarah Davis, el movilizador comunitario Brian Hutton, el especialista en arcilla Ed Mighell y la diseñadora de paisaje Catherine Shenk. En los videos se ve a personas abrumadas por la pena, aturdidas, que forman figuras de arcilla alrededor de los cuerpos de otros. Y a la vez, los participantes son usados también como modelos (más bien como moldes) para que los otros creen sus figuras.

En un momento, salen de la figura de tela, alambres y arcilla solidificada, y se escapan de ese cuerpo inmóvil. Se sienten libres. Y sus otros yo de piedra, duros y fuertes, son apostados en el mar, en la costa, semienterrados, lamidos por el agua salada.

Todos dicen que la experiencia es sanadora. Que crear una figura de uno mismo y verla pelear y hacer frente a los elementos en esa bella y dura costa de Alaska les da fuerza. Los libera.

En muchos países, en el frío y también en el trópico y en los países desérticos, la sociedad da la espalda a los problemas mentales y no reconoce en los demás los abismos de la tristeza. Este hermoso proyecto ayuda. A mí me ayuda a ver y a entender.

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