Feliz año
El indescifrable ejercicio de ser humano, esto es, de pertenecer a una cultura, una sociedad, unos patrones de comportamiento, unas leyes o una religión, y participar activamente de éstas, constituye una de las loterías más arbitrarias que nos puede caer encima por el simple hecho de nacer en este planeta y en este momento de la historia.
El indescifrable ejercicio de ser humano, esto es, de pertenecer a una cultura, una sociedad, unos patrones de comportamiento, unas leyes o una religión, y participar activamente de éstas, constituye una de las loterías más arbitrarias que nos puede caer encima por el simple hecho de nacer en este planeta y en este momento de la historia.
Desde que se “inventó” la globalización, para lo que más nos ha servido a la postre ha sido para consolidar las bases del neoliberalismo y ejercer mayor control y presión sobre las personas, pero no para extender las bondades de la justicia o la democracia, del respeto a la diferencia o la integración cultural. Vivimos en un planeta que no cesa de avanzar en el territorio de la tecnología y la investigación, en un momento en el que el presente se convierte en el asombroso futuro a cada segundo, en el que la esperanza de vida aumenta tanto como las expectativas de que aumente más. Sin embargo todo ello a un coste absolutamente impagable e insostenible. Además de estar condenando al planeta a la desaparición por efecto del consumo de combustibles fósiles, con la ceguera absoluta que marca la caja registradora de los sistemas financieros, estamos olvidando nuestra propia dignidad por la condición de seres humanos.
Desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 a raíz de la Revolución Francesa, hasta la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, muchos han sido los avances, pero pocos los beneficiados. El lado rico del planeta se regodea en la estrella polar de su ombligo, mientras la inmensa mayoría mueren de hambre o enfermedad, aderezados por la incultura y la guerra sostenida por los mercados.
Así el dolor, el llanto, la angustia, la violencia y la muerte que transcurren a cada segundo en la tierra, se materializan hoy en los cinco latigazos que han recibido Nur Elita y su novio por estar enamorados y mostrar su afecto en público. Esto ha sucedido en Indonesia bajo el rigor de la ley islámica de la Sharia, pero sucede a diario y de cientos de maneras en este planeta que nadie acaba de comprender.
En nuestras manos tenemos el que esto cambie. Feliz año.