2015

Muy pronto, los acontecimientos de este año que se fue pasarán a la mochila de nuestra memoria. Allí se juntarán con otros recuerdos y momentos importantes que tarde o temprano dejarán de tener fecha y serán, simplemente, el pasado. Solo aquellos episodios íntimamente relacionados con nuestras vidas —un nacimiento, una muerte, una enfermedad, una ruptura, un amor, un éxito o un fracaso— serán los dólmenes que recordaremos con cierta viveza tras el paso del tiempo, y aun así acabarán erosionados, por mucho que uno se esfuerce en rejuvenecerlos.

Peor lo tienen para hacerse un hueco en nuestro bagaje de recuerdos los acontecimientos informativos, las noticias que han sido titulares en los periódicos durante el 2015. En esta era de glotonería por la actualidad, en la que un simple click o un desliz del dedo muestran raudales de información difícilmente asimilables, solo un puñado de noticias quedarán. En TheObjective se ha hecho un formidable trabajo de recapitulación bajo el titular #En2015, un viaje alrededor de las noticias más relevantes del año. Los atentados terroristas en las calles de París marcaron la actualidad informativa de un año en el que la lucha contra el islamismo radical fue una triste constante. La ferocidad del Estado Islámico trajo muerte y destrucción a las calles de Europa, pero más todavía en Oriente, provocando guerras y millones de desplazados y refugiados. En un año sembrado de tragedias también hubo noticias esperanzadoras, y quizás la que uno mira con mayor entusiasmo sea el declive de los populismos en América Latina. La caída del kirchnerismo, la apertura parcial de Cuba o el ocaso del gobierno dictatorial en Venezuela son faros de luz en un año oscuro.

Se fue el 2015 como se van todos los años, entre la algarabía de los fuegos de artificio, las fiestas encharcadas en alcohol y la impertérrita cadencia del cosmos que es dueño del tiempo. Otro giro en torno al Sol en este vals de millones de años que hace del 2015 un mero minúsculo compás. Desde aquí, desde dentro, sin embargo, vemos el paso del tiempo con cierta temeridad, pero también con la reverencia de quien guarda un valioso tesoro que va menguando hasta que ya nada nos quede.