Un año convulso

Al igual que hace un siglo, el año 2015 ha sido especialmente convulso. Dejo aparte los desastres naturales (Nepal, Guatemala) que, si impresionan más, es porque afligen a un mundo cada vez más densamente poblado. Otro suceso catastrófico ha sido el de los tiroteos indiscriminados en los Estados Unidos, pero tampoco es algo novedoso.

Lo específico de este año pasado ha sido el terrorismo, principalmente yihadista perpetrado en varios países: Francia, Nigeria, Túnez, Kuwai, Somalia, Siria. Alcanza más extensión que la Primera Guerra Mundial de hace un siglo. Ahora ocasiona menos bajas, pero más espectaculares, más imprevisibles. Hace un siglo atemorizaba un arma nueva: los gases. En el terrorismo actual hay también una novedad criminal: el ataque suicida. Contra el cual no parece haber un modo eficaz de prevenirlo.

En el plano político hemos asistido en 2015 al final de algunos regímenes políticos, como el de Venezuela (con violencia) y los de Grecia, Argentina y España (sin violencia).

Guerra como tal solo la ha habido en Siria, pero este y otros conflictos han precipitado un éxodo de refugiados sin precedentes. Proceden de algunos países de Asia y África y se dirigen a Europa. Se mezclan con las llamadas migraciones económicas. Nadie sabe cómo van a ser instalados estos refugiados en los países europeos.

Tanto el terrorismo como la integración de los refugiados nos plantean nuevos problemas que no han sido resueltos. Son dos cuestiones que van ligadas, porque a todos nos preocupa que algunos terroristas pasen por refugiados. El tratamiento de ambos es muy difícil. Teóricamente los dos son competencia de los Ministerio de Interior de cada país. Sin embargo, tendría que ser competencia de los Ministerios de Asuntos Exteriores. Desgraciadamente en la Unión Europea no existe la política exterior unificada, como se da en la Economía.