Mis nostálgicos Reyes
Los Reyes me echaban una caja de mazapán en forma de serpiente enroscada, tamaño pequeño. Me tenía que durar muchos días.
Los Reyes me echaban una caja de mazapán en forma de serpiente enroscada, tamaño pequeño. Me tenía que durar muchos días.
Mi padre me relataba que a él, de pequeño, lo Reyes Magos le solían traer una naranja. Más tarde me informé de que esa era una costumbre en muchos países. También San Nicolás regalaba naranjas a los niños de la Europa central y boreal. Hasta los siete años viví en mi pueblo de nación, en la provincia de Zamora. Los Reyes me echaban una caja de mazapán en forma de serpiente enroscada, tamaño pequeño. Me tenía que durar muchos días. La mayor parte de los niños del pueblo no recibían nada por Reyes. No existía una imagen clara de los Reyes Magos, pues no había televisión ni apenas material impreso. No teníamos noticia de nada parecido a la cabalgata del día cinco de enero.
El salto verdadero lo di al emigrar con mis padres a San Sebastián. Me llevaron a ver la cabalgata, lo que me produjo una sensación inolvidable, un verdadero éxtasis. Ahí ya los Reyes eran más dadivosos, alentados por el ambiente urbano. Me trajeron los primeros libros: “Robinson Crusoe”, “Quo Vadis”. Años después “Amaya o los vascos en el siglo VIII”. Los leí con embeleso. Empezó entonces una constante que ha durado hasta hoy: los Reyes me traían calcetines.
Con el paso de los años, ya de mozalbete, participé en la cabalgata como paje o ayudante del Rey Melchor. Fue emocionante ir con Sus Majestades y llevar juguetes a los hijos de las mujeres que estaban presas en la cárcel. Por entonces los Reyes me trajeron mi primera máquina de escribir, una Olivetti portátil, una verdadera joya de diseño. Antes de acabar el bachillerato escribía a máquina mis apuntes y los primeros artículos que se publicaron en la revista del Colegio. Toda la vida he escrito a máquina, y luego en el ordenador, con dos deditos y aporreando bien las teclas.