THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

La chica de la palangana verde

Empezaré por resumir su historia porque es realmente aleccionadora, entre otras cosas. Se llama Rahama Haruna, tiene 19 años y vive en Nigeria dentro de una palangana verde, sin más cuerpo que su cabeza y unos escasos centímetros que le permiten tener sostener la única extremidad que posee, su brazo derecho.

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La chica de la palangana verde

Empezaré por resumir su historia porque es realmente aleccionadora, entre otras cosas. Se llama Rahama Haruna, tiene 19 años y vive en Nigeria dentro de una palangana verde, sin más cuerpo que su cabeza y unos escasos centímetros que le permiten tener sostener la única extremidad que posee, su brazo derecho.

La extraña malformación que sufre esta joven de sonrisa arrolladora la ha llevado, entre otras cosas, a aprender que es posible ser feliz siendo diferente (muy diferente) al resto de personas y, de paso, a dar una lección de fortaleza al resto del mundo, a los de cuerpo entero.

Sin embargo, a ella le contaron otra versión, ni mu sobre la malformación genética, porque allí la medicina tradicional, la que nosotros conocemos, apenas se mantiene en pie. En lugares como África, los espiritismos rigen casi todo lo que a una persona le pasa en la vida, también el no-cuerpo de Rahama, y eso es precisamente lo que le contaron; que cuando era pequeña, un ataque del más allá la dejó así, sin quererlo ni beberlo. Y ante esto, claro, solo le quedaban dos salidas: hundirse y querer terminar cuanto antes con una vida que ninguno de nosotros soportaríamos o, por el contrario, ser valiente, subir la barbilla a más no poder y lucir una sonrisa que ya nos gustaría a más de uno.

Pues esto hizo, tirar hacia delante y ser un ejemplo de fortaleza, primero para su hermano pequeño de 14 años que durante toda su vida ha cargado con ella sobre su cabeza para poder ganarse la vida mendigando y, segundo, para quienes hemos conocido su historia.

¿Y quién tiene la culpa de que esta historia haya dado la vuelta al mundo? Sani Maikatanga, fotógrafo ‘freelance’ en Kano al que contactaron Maikatanga y Alhaji Ibrahim, antiguo corresponsal de la BBC. Valía la pena difundir los ojos con los que Rahama se come la cámara y gritarle al mundo que se siente afortunada de estar viva. Nosotros no vivimos dentro de un cubo de plástico y tenemos piernas y cuerpo, sí, pero seguramente muchos no sonriamos ni con la mitad de la intensidad con la que lo hace Rahama. Gracias.

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