Multiculturalismo hipócrita
La paz no existe en Europa, lo que significa que este continente ha fallado en su pretensión de convertirse en un ejemplo para el resto del mundo. Porque si bien es cierto que entre nosotros ya no saltan platos, aún no hemos sabido reconocer a otros. Y no sé si llegaremos a hacerlo algún día.
La paz no existe en Europa, lo que significa que este continente ha fallado en su pretensión de convertirse en un ejemplo para el resto del mundo. Porque si bien es cierto que entre nosotros ya no saltan platos, aún no hemos sabido reconocer a otros. Y no sé si llegaremos a hacerlo algún día.
Antes de morir, el célebre autor de Choque de civilizaciones Samuel P. Huntington alertó de lo que traería consigo la globalización: “Las civilizaciones son las últimas tribus humanas, y el choque de civilizaciones es un conflicto tribal a escala planetaria”.
El multiculturalismo es el eterno edén del idealismo que cree que todos nos podemos entender, sin importar etnia, cultura, identidad social. Y no es cierto, y la prueba de ello está en los periódico desde hace meses.
La Europa multicultural ha fracasado. La islamofobia, muy a nuestro pesar, ha comenzado a alcanzar cotas peligrosas en países como Alemania, donde sus ciudadanos viven una ola de robos y agresiones sexuales perpetradas la pasada Nochevieja por supuestamente norteafricanos y árabes. El Consejo Central de Musulmanes en Alemania ha recibido en los últimos días, según relatan a la prensa, cartas y llamadas telefónicas con amenazas repletas del odio que creímos superar tras genocidios pasados.
517 denuncias. 237 de carácter sexual. La identidad cultural vive amenazada. Los Gobiernos han errado en su intento (aunque no sé si alguna vez lo hubo) de integrarnos a todos. Los comentarios que leemos en las redes sociales dan pavor. Justos pagan por pecadores. Y los que querían hacer daño lo han hecho con ganas. Y de repente muchos creen que la comunidad siria es radical en su conjunto. A todos ellos les sería recomendable leer sobre y hablar con los inocentes, que son la mayoría. La estela de refugiados comenzó en 2012, aunque a nuestros televisores haya llegado hace apenas unos meses.
Será muy difícil superar la memoria histórica negativa. El sociólogo Raymond Aron se mostraba claro al asegurar que “el enemigo de ayer es el amigo de hoy, pues no hay política razonable sin capacidad de olvido”. Pero la capacidad de olvido con aquellos que han tirado abajo los intentos de integración se queda en agua de borrajas. Ni actuamos sobre las causas ni hemos sabido entendernos.
La Comisión de Bruselas ha impuesto a los Estados la entrada de 120.000 refugiados, de los que 17.800 han sido asignados a España. Pero hemos recibido a 18. La acogida de refugiados ha sido y será una falsedad marketiniana. Nos hemos acostumbrado a ver cadáveres en las orillas. Y todo apunta a que 2016 no será mucho mejor mientras sigamos teniendo la venda puesta.