THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Contreras

¿A qué esperas?

Aquí estoy, en medio de la más absoluta soledad, esperando tu llamada, ansiando oír esa voz que sosiegue mi alma, pero transcurren las horas y el teléfono continúa mudo e indolente. ¿Acaso semejante trasto puede atesorar algo parecido a los sentimientos? No lo sé, tal vez exista algún estudio elaborado por, vaya usted a saber qué universidad de chichinabo, en el que se asegure que tales aparatos tienen alma.

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¿A qué esperas?

Aquí estoy, en medio de la más absoluta soledad, esperando tu llamada, ansiando oír esa voz que sosiegue mi alma, pero transcurren las horas y el teléfono continúa mudo e indolente. ¿Acaso semejante trasto puede atesorar algo parecido a los sentimientos? No lo sé, tal vez exista algún estudio elaborado por, vaya usted a saber qué universidad de chichinabo, en el que se asegure que tales aparatos tienen alma.

El reloj, insolente como siempre, devora el tiempo sin inmutarse, y si no fuera por los apoyos que recibo a través de las redes sociales me habría descerrajado un tiro con la semiautomática que me regalaron en mi último cumpleaños. De nuevo, entro en el habitáculo para comprobar que la línea funciona y veo un antiguo mensaje escrito junto a la repisa en el que se puede leer: “¿Qué hago yo con un 3%?” Por un momento mi corazón ha sufrido un ligero sobresalto, mas todo ha quedado en nada.

Mensaje entrante: “Esperan noticias. No quieren ceder en nada. ¿Qué hacemos?”

Malditos asesores. Otra vez me acosan con sus dudas, sus lloriqueos e impertinencias, mientras me desangro de pura pasión a la espera de que una serie de timbrazos hagan salir de su letargo a este páramo en el que me encuentro ¿Qué más debo hacer para hallar el acuerdo perfecto? ¿A qué más debo renunciar?

Mensaje entrante: “Dos más dos y están dispuestos a transigir en lo demás. Nos parece perfecto. Ahora es tu momento.”

Aún recuerdo la primera vez que nos vimos y tras unas pocas palabras descubrimos que compartíamos muchos más de lo que nadie podría suponer. Luego vinieron otros encuentros y nuestra amistad creció hasta límites insospechados…

Mensaje entrante: “Todo listo. Enhorabuena futuro presidente.”

He aquí lo que llaman la soledad del poder.

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