La vida de K

El padre de K fue sindicalista. Se preocupaba por las condiciones de los trabajadores. Seguridad social, seguridad laboral, pensiones, vacaciones, la paga extra de Navidad, la del 18 de julio, negociación colectiva, cursos de formación, manifestación del 1 de mayo. El padre de K se jubiló. Los obreros son ahora la clase media. Tienen un piso, un coche, se van a vacaciones, sus hijos van a la universidad pública, tienen un ordenador y salen de fiesta los fines de semana.

K también quiere ser sindicalista. Se preocupa por las condiciones de los obreros. Ya no hay obreros, ahora hay inmigrantes. K se solidariza con ellos. Vienen del norte de África y el sur del Sáhara. Pobreza, enfermedades, barbarie. Son musulmanes, practican vudú y ceremonias tribales de ablación de clítoris. Trabajan en la construcción, trabajan en la vendimia, en los invernaderos, vagabundean, caen en manos de las mafias del hachís. Algunos prosperan, sus hijos van a la escuela. Sus hijos no encuentran trabajo. Corren malos tiempos. Les chifla internet y la sociedad de la opulencia. Se mueren por follarse a una estrella de cine. Hacen piña. Redescubren el Islam. Los hermanos luchan en Siria y en Iraq, los hermanos luchan en Libia y Yemen, los hermanos se levantan en Francia.

K los compadece, son sus proletarios. K cree en la Humanidad, en singular. K no cree en la incompatibilidad entre instituciones culturales. Todos somos humanos, así lo dice la declaración del 48; así se canta en la Internacional. K cita a Marx en memes falsos por internet. No es marxista, es más bien hegeliano-kantiano. A K se le pone dura con las ONGs de ayuda a inmigrantes y de lucha contra la xenofobia. K no conoce la historia de la orden dominica. K ama a sus nuevos proletarios como su padre amó a los suyos.

K no cree en lo de Colonia. K culpa a Occidente por el EI. K lucha contra el fascismo enmascarado.