Atrapados en el Día de la Marmota
Son tantas las noticias simultáneas que se suceden, noticias todas ellas susceptibles de cambiar la historia de un país, sus leyes, el mercado laboral, la distribución de la riqueza global, la natalidad, la genética… Tantas noticias nos bombardean a todas horas que parecería que los cambios avanzan a velocidad de vértigo. Pero la evolución, esa evolución social tan proclamada por los más optimistas, esos teóricos de las bondades de la globalización, parece no llegar nunca.
Son tantas las noticias simultáneas que se suceden, noticias todas ellas susceptibles de cambiar la historia de un país, sus leyes, el mercado laboral, la distribución de la riqueza global, la natalidad, la genética… Tantas noticias nos bombardean a todas horas que parecería que los cambios avanzan a velocidad de vértigo. Pero la evolución, esa evolución social tan proclamada por los más optimistas, esos teóricos de las bondades de la globalización, parece no llegar nunca.
Así que viendo cómo la marmota Phil anuncia una primavera prematura, sólo puedo pensar en que nosotros seguimos atascados en un invierno ideológico que no remite. Recuerdo esa escena de la famosa película “Atrapado en el tiempo”, donde el impasible Bill Murray revivía una y otra vez el mismo día, que siempre empezaba con mal pie. El resto del día, impulsado por la propia inercia cafre del protagonista, iba de mal en peor.
Pero no sólo Bill Murray era tan ciego que no aprendía nada de sus errores; también los países parecen tropezar con la misma piedra una y otra vez a lo largo de la Historia. Vean si no la piadosa Europa, avalada por sus siglos de Ilustración, por sus heridas, sus intercambios, sus filias y sus fobias. Sus académicos más ilustres han denunciado tantos crímenes contra la humanidad que parecían expiados, purgados y redimidos por ordas de nuevas generaciones. La UE vino a ser el colofón de esa promesa de unión y abanderamiento de la convivencia de lenguas, culturas y religiones. Pero el cuento se nos estropeó con la llegada de miles de refugiados procedentes de otras guerras, saltando vallas, redes, mares e incluso su propia dignidad. Ha bastado esto para ver cómo debajo de esa pátina de amorosa europeidad, de esa pose de sabiduría, seguía latiendo el viejo espíritu colonial. Aquel que expoliaba y esclavizaba. Aquel que confinaba personas en campos de concentración. Aquel que cobraba tasas y derechos de pernada. ¡Qué vergüenza haber aprendido tan poco! Mientras, en España, seguimos en un bucle, ya que las asignaturas de política y finanzas las llevamos suspendiendo desde hace siglos. Y siempre en las mismas lecciones.
El Día de la Marmota que atormentaba al personaje de Bill Murray sólo cambió cuando atendió a aquel pobre mendigo de la esquina y al compañero de escuela que corría a saludarle. Si no cambian las actitudes y las políticas mundiales, seguiremos atrapados en el tiempo mientras la marmota Phil anuncia una primavera tras otra.