THE OBJECTIVE
Paco Segarra

Esto no es arte

Y tampoco es un artista el indio Nehaal Gonsalves. Su pintura hiperrealista ya la hacen las cámaras fotográficas. Si la pintura, la literatura o la fotografía se limitan a la perfección técnica muy pronto la harán robots. Todo aquello que requiera un alto grado de especialización acabará robotizándose. Me temo que esto es lo que quieren quienes mandan de verdad en el mundo: que los robots nos sometan.

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Esto no es arte

Y tampoco es un artista el indio Nehaal Gonsalves. Su pintura hiperrealista ya la hacen las cámaras fotográficas. Si la pintura, la literatura o la fotografía se limitan a la perfección técnica muy pronto la harán robots. Todo aquello que requiera un alto grado de especialización acabará robotizándose. Me temo que esto es lo que quieren quienes mandan de verdad en el mundo: que los robots nos sometan.

Pero volvamos al «artista» indio. Su pintura robotizada no tiene alma, no tiene intención más allá de la superficialidad del parecido. Los grandes retratistas pintan el espíritu, el carácter, el fondo de sus modelos. Y lo hacen con muy pocas pinceladas. Velázquez puede pintar un ojo triste con cinco pinceladas. El indio necesita cinco mil. En la pincelada de un genio hay intención, profundidad, ritmo, tensión: un no-sé-qué inaprensible que nunca podrá reproducir un robot. Una mirada de conjunto, una relación, un punto de vista -físico y espiritual- que conecta al retratado con el entorno íntimo de su persona y el entorno físico, más allá de su persona. La visión del bosque y no solo la visión limitada a los árboles.
El «arte» del indio es un síntoma de nuestra civilización: especializándose hasta el paroxismo, terminará en la locura de un mundo esclavizado por la robótica, ese nuevo modelo de infierno que nos trae la posmodernidad.
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