Todos culpables
Una mera concesión estética, en esto se convierte la imagen que estás contemplando aunque aspire a ser un alegato en favor de la vida saludable. En realidad mostrar el modo en que comemos, fuera de un acto social donde participan los demás, reviste cierta impudicia. Esa chica llevándose un trozo de comida a la boca con tan poco deseo sugiere un rechazo al alimento, tanto que quien mire la foto lejos de alegrarse de una iniciativa que se supone positiva desearía salvarla de su exposición pública. Puede que para ella comer sea un martirio y lejos de redimirla aplaudimos cada uno de sus bocados.
Una mera concesión estética, en esto se convierte la imagen que estás contemplando aunque aspire a ser un alegato en favor de la vida saludable. En realidad mostrar el modo en que comemos, fuera de un acto social donde participan los demás, reviste cierta impudicia. Esa chica llevándose un trozo de comida a la boca con tan poco deseo sugiere un rechazo al alimento, tanto que quien mire la foto lejos de alegrarse de una iniciativa que se supone positiva desearía salvarla de su exposición pública. Puede que para ella comer sea un martirio y lejos de redimirla aplaudimos cada uno de sus bocados.
En más de una ocasión he charlado con mujeres afectadas de trastorno alimenticio -lo que no quiere decir que no lo sufran los hombres- y me desborda la incomprensión. Ellas hablan escatimando las palabras, igual que la comida, y yo desearía colarme en su cabeza para entender el nudo gordiano de su enfermedad, porque a su alrededor no hay más que una distorsión capitaneada por la imagen en el espejo donde se retratan. Resulta tan compleja su patología, confeccionada como un patchwork de heridas a cual más honda, que aspirar a prevenirla obligando a comer a un puñado de modelos en público resulta irrisorio.
Sobra ese gesto cuando las prendas de los diseñadores se encogen y las revistas que exhiben sus desfiles eligen a las más delgadas como sinónimo de belleza. Sobra cuando los iconos de la moda visten la talla 32.
El prototipo de la delgadez extrema horada las mentes de las modelos como una termita hasta aniquilar su salud, porque antes fue inoculada por un patrón de belleza que la dio por buena y de esto somos todos responsables. Conviene recordarlo cada vez que digamos “estoy como una foca” y no nos sobre ni un gramo.