“¿Hoy ya es mañana?”
La frase que encabeza este texto tiene dueño: una niña de tres años. Una mañana –eso me contó su padre- se despertó con esa duda. La noche anterior había preguntado si podían ir al parque a jugar, y se encontró con esta respuesta: “Hoy no, mañana”. Y al despertar al día siguiente alumbró una duda metafísica. “¿Hoy ya es mañana?”, dijo. “Sí, ya es mañana”, contestó el padre.
La frase que encabeza este texto tiene dueño: una niña de tres años. Una mañana –eso me contó su padre- se despertó con esa duda. La noche anterior había preguntado si podían ir al parque a jugar, y se encontró con esta respuesta: “Hoy no, mañana”. Y al despertar al día siguiente alumbró una duda metafísica. “¿Hoy ya es mañana?”, dijo. “Sí, ya es mañana”, contestó el padre.
Los que con más esfuerzo que acierto nos hemos dedicado a esto del periodismo en este siglo XXI hemos vivido en una duda parecida. La digitalización de los medios nos hacía sentir un poco como Ilsa Laszlo en ‘Casablanca’. Todo iba a cambiar, nos decían, tal vez no hoy, pero sí algún día, y para el resto de nuestras vidas. Y vivimos desde entonces a la espera de un mañana que lleva años –años- anunciándose como inminente, mientras el sector vive una triple crisis: de credibilidad, de modelo informativo y de modelo de negocio.
(Permítanme un inciso para añadir una frase ajena sobre el modelo de negocio: Las crisis económicas son un estupendo camuflaje para las malas gestiones. Hay cosas que no salen bien por su mal planteamiento, pero en un entorno negativo el diagnóstico, evidente, se confunde.)
Mientras en el sector de la prensa vivíamos ya a la espera del mañana, el resto de la sociedad fue llegando al mismo punto. Todo iba a cambiar, pero mañana. Y se paraban ante la misma pregunta. Mientras Antonio Resines habla de videoclubes, los consumidores de series y cine apuestan por el formato digital, también –o sobre todo- en plataformas legales. Compramos billetes de avión con los móviles, y en los móviles se almacenan las tarjetas de embarque. También contactamos con el supermercado, hacemos –o podemos hacer- la compra desde el metro y elegimos la hora de entrega. Entretanto, Encarni –búsquenla- sube a YouTube un videocomentario sobre su compra semanal, y supera las 100.000 visualizaciones. Y vemos cada día, cada día, a través de una pantalla a un familiar que vive tan lejos como a mil kilómetros, cuando a primeros de los setenta todavía teníamos que esperar a que la telefonista nos diera paso para poner una conferencia.
Y en esa lógica de cambio, de ayer, hoy y mañana, el año pasado y por primera vez las operaciones electrónicas superaron a las realizadas con dinero en efectivo.
“¿Hoy ya es mañana?”, preguntó una vez una niña de tres años. Y sí, ahora sí, ya es mañana. Para todos.