La leyenda del líder Xi
Durante los días de asueto que trae el Año Nuevo Lunar, los chinos vuelven a sus casas. Tras todo un año trabajando en las grandes ciudades del país, las celebraciones del Año Nuevo juntan a los tíos, primos, hermanos, padres, que retornan a las familias y a los pueblos que dejaron atrás. En el mayor movimiento migratorio anual ―con unos tres mil millones de desplazamientos―, todos, hasta el mismo Presidente Xi Jinping, vuelve a la región que le vio crecer. En estas fiestas se le vio paseando por las calles de un remoto pueblo en la provincia de Jiangxi, conversando con las más ancianas del lugar y sentado alrededor de una sencilla mesa plegable de plástico, compartiendo ‘dumplings’ con los vecinos, un entorno que contrasta con la opulencia con que se adornan los mandatarios en Pekín.
Durante los días de asueto que trae el Año Nuevo Lunar, los chinos vuelven a sus casas. Tras todo un año trabajando en las grandes ciudades del país, las celebraciones del Año Nuevo juntan a los tíos, primos, hermanos, padres, que retornan a las familias y a los pueblos que dejaron atrás. En el mayor movimiento migratorio anual ―con unos tres mil millones de desplazamientos―, todos, hasta el mismo Presidente Xi Jinping, vuelve a la región que le vio crecer. En estas fiestas se le vio paseando por las calles de un remoto pueblo en la provincia de Jiangxi, conversando con las más ancianas del lugar y sentado alrededor de una sencilla mesa plegable de plástico, compartiendo ‘dumplings’ con los vecinos, un entorno que contrasta con la opulencia con que se adornan los mandatarios en Pekín.
También en su discurso de Año Nuevo Xi Jinping se acordaba de los más necesitados. Ha sido esta una constante de sus años en la Presidencia, quizás zarandeado por los recuerdos de juventud, un tiempo en el que vivió pobremente en una cueva en las montañas remotas de Liangjiahe, fruto de los programas reeducativos de Mao Zedong. La sociedad china tiene debilidad por este líder que salió de la cueva para presidir el país.
El líder carismático de origen humilde solo necesitaba la ayuda de poderoso ‘apparátchik’ de partido comunista chino para hacerlo leyenda. Y así ha sido. Las cuevas donde vivió varios años y marcaron su futuro, son ahora un pequeño museo por el que se pasean decenas de miles de turistas chinos al año. Entre la decoración ‘kitsch’ de las paredes y la venta de parafernalia en torno al Presidente Xi, se crea un culto a la personalidad del líder que recuerda a la megalomanía de los últimos años de Mao. Aquellos disidentes que se separan del camino a seguir del líder son sutilmente silenciados por el aparato, tanto en el gobierno, como en los medios de comunicación.
Tanto es así, que el chascarrillo en contra del líder te lleva a la cárcel. En Hong Kong se han ido publicando decenas de libros en torno a Xi Jinping, su familia y su cohorte. Aventuras extramatrimoniales, disputas en el seno del partido y purgas personales, las tensas discusiones con su esposa, todos basados en rumores y habladurías de la misma calidad que la prensa rosa en nuestro país. Pero estos libros están prohibidos en China, y millares de turistas chinos en Hong Kong o Macao no pueden resistir la llamada de lo prohibido, y van en masa a comprar los folletos sobre los ‘affairs’ del Sr. Xi. Para el gobierno chino los editores de estos libros han ido demasiado lejos y ha arrestado de manera siniestra a varios de ellos, en un ataque a la libertad de expresión que ha dañado aún más las relaciones entre Pekín y Hong Kong. En China la liberalización económica ha transformado el país, pero la dictadura cultural sigue bien presente.