Luna y el niño
La única noticia hermosa del día contiene en su relato una sonrisa infantil y un caballo alado. Lo he rebautizado Platero porque me lo imagino blanco y esponjoso, como de algodón, aunque en realidad se llama Luna -nombre lorquiano y bastante enigmático para quien no esconde secretos porque los exhibe en sus lomos-. Sobre él lleva historias como libros abiertos, retazos de vida entre las páginas de unos ejemplares que acarrea en su grupa con el fin de acercar a tantas familias sin recursos la utopía de que sus hijos lean, allí donde hacerlo se presume un lujo.
La única noticia hermosa del día contiene en su relato una sonrisa infantil y un caballo alado. Lo he rebautizado Platero porque me lo imagino blanco y esponjoso, como de algodón, aunque en realidad se llama Luna -nombre lorquiano y bastante enigmático para quien no esconde secretos porque los exhibe en sus lomos-. Sobre él lleva historias como libros abiertos, retazos de vida entre las páginas de unos ejemplares que acarrea en su grupa con el fin de acercar a tantas familias sin recursos la utopía de que sus hijos lean, allí donde hacerlo se presume un lujo.
No va solo. Lo capitanea su cuidador, un paisano de Indonesia que resolvió patearse la Java rural fomentando la lectura; quizá él apenas sepa hacerlo pero su corazón le dicta que es el camino más directo para ganarse el cielo. En cuanto a Platero, puede que entre esos libros que pasea bajo la solanera haya un cuento con un protagonista equino y mucha poesía, creado un siglo antes en una lengua ininteligible. Imagino a los ejemplares en sus alforjas de madera pleiteando por acaparar la atención de algún crío, compitiendo entre sí igual que golosinas a la puerta de un colegio, y sonrío al comprobar que una información así también pelea por ganarse el interés del lector con aquellas otras tremendistas que ocupan los titulares del periódico.
Con frecuencia nuestra mirada sobrevuela noticias que retratan lo cotidiano aunque las juzgamos prescindibles porque no inciden en el devenir de los “grandes” asuntos. Sin embargo trascendente es aquello que modifica una conducta y la tarea de repartir ilusión y cultura allí donde solo se sueña, lo es.
A mí me importan las historias pequeñas y quiero medios que las cuenten. Aunque me descubran niños sin calzado pero con un cuento entre manos.