El aranista que se creía marxista
Arnaldo Otegui ha salido de la cárcel de Logroño vestido con vaqueros y chaqueta negra. Parece algo más gordito y tiene buen color. Es lo que tiene la violación de Derechos Humanos en España, que tienes que andar metiendo la tripa y aguantando la respiración para presumir ante Jimmy Carter.
Arnaldo Otegui ha salido de la cárcel de Logroño vestido con vaqueros y chaqueta negra. Parece algo más gordito y tiene buen color. Es lo que tiene la violación de Derechos Humanos en España, que tienes que andar metiendo la tripa y aguantando la respiración para presumir ante Jimmy Carter.
A la salida, lo esperaban 200 frikis con banderas de distinto pelaje que lo han acogido como si fuese el Padre Pío que viene a dar un sermón multitudinario. Abertzales, anarquistas, troskistas… sólo faltaba Ynestrillas poniendo la guinda a esta merienda de negros.
“Para los que somos marxistas…”, ha comenzado Otegui. Siempre me ha chocado que Arnaldo y sus correligionarios se consideren marxistas. Servidor ha leído a Marx y aún no acaba de encajar las doctrinas del bueno de Carlos con la viscosidad volkisch que destila ETA y sus marcas blancas. ¿Has tenido tiempo en la cárcel, Arnaldo, para leer a Marx y a Rosa Luxemburgo? ¿O leías publicaciones tipo “Historia de la ikurriña”? Porque, chaval, por mucho que yo me autodenomine bororo no por eso voy a ser bororo. Pero claro, vivimos en una era kantiana, esa de la que nada saben ni Iglesias ni Rivera, y como mi conciencia es soberana, lo que ella me dice va a misa. Que me dice que soy marxista, pues marxista; que me dice que soy Napoleón, pues Napoleón; y así ad infinitum.
Pues no chaval, ni tú ni tus seguidores y compañeros de partido y de armas, sois marxistas. Sois simplemente unos chicos fieles en todo a Sabino Arana, con su racialismo troncado en discriminación lingüística, y su odio al resto de españoles. Lo único que no tenéis de Sabino es su meapilismo y su insoportable santurronería, aunque lo habéis sustituido por esa letanía pedante de la filosofía de la miseria, con mucho arraigo en Hispanoamérica.
Se han debido oír apagados gritos de dolor en el cementerio de Highgate.