Enterrar al padre
“La política es inhumana por definición”, exponía el jueves Felipe González. El expresidente del Gobierno no pretendía dar respuesta a los ataques de Pablo Iglesias contra su persona, sino culminar un pensamiento más profundo y meditado: el ejercicio del poder es “obra inacabada”, algo que encaja mal con el metódico ser humano, que necesita ver sus metas cumplidas para sentirse realizado.
“La política es inhumana por definición”, exponía el jueves Felipe González. El expresidente del Gobierno no pretendía dar respuesta a los ataques de Pablo Iglesias contra su persona, sino culminar un pensamiento más profundo y meditado: el ejercicio del poder es “obra inacabada”, algo que encaja mal con el metódico ser humano, que necesita ver sus metas cumplidas para sentirse realizado.
El gran antagonista de González conoce bien las hieles de esa circunstancia. José María Aznar ha visto pasar sin pena ni gloria el vigésimo aniversario de su amarga victoria, la primera del PP, la consumación del proyecto de su vida: unificar al centro derecha en torno a un partido ganador. Hace tiempo que Mariano Rajoy mató al padre, satisfaciendo una necesidad psicológica que en política comparece con toda su crudeza. También Aznar se liberó de las tutelas que impedían despegar a Alianza Popular, como González rompió amarras con el PSOE histórico, Camps con Zaplana, Griñán con Chaves, Sánchez con Díaz.
En un sistema donde los partidos son elemento central y se caracterizan por una férrea jerarquía, todo líder necesita desligarse de las cadenas en que inexorablemente deviene el padrinazgo que un día lo aupó. Lo requiere aun cuando no le incomode esa custodia, pues sólo así consigue plena legitimidad, demuestra personalidad, marca perfil propio.
La desclasificación de las cartas que Bin Laden escribió poco antes de morir demuestra que el terrorista fundador de Al Qaeda se apuntaba como logro propio la “caída de Aznar”. Una eventualidad que bien podría haber provocado en el PP la reivindicación orgullosa de su presidente de honor. No hay tal, como no hay celebración de la victoria del 96, ni compromiso del expresidente con la actual dirección de su partido, ni unidad ya en el centro derecha sociológico. Hay parricidios que tienen también algo de suicidio.