Butrón y senectud
Aún existe la esperanza para todos aquellos que tienen a mano su entrada en el club de la vejez más recalcitrante y han caído presa del desánimo, la fatiga física o cierto tipo de incontinencia que tanto gusta propagar a los cenizos de turno.
Aún existe la esperanza para todos aquellos que tienen a mano su entrada en el club de la vejez más recalcitrante y han caído presa del desánimo, la fatiga física o cierto tipo de incontinencia que tanto gusta propagar a los cenizos de turno.
Si después de leer el primer párrafo la duda le acogota, seguro que se anima al conocer que un grupo de vejetes británicos algo ladrones (el más joven rozando los sesenta años y el mayor cerca de los ochenta tacos) fueron los responsables en 2015 de uno de los mayores robos en la historia golfa británica ¡Eso sí que fue un butrón!
Queda claro o eso parece, que la edad no debe ser un impedimento para vivir; que todos esos mensajes que hablan de mesura, tranquilidad y contemplación de amaneceres, han sido ideados por ‘mentes enfermas’ que persiguen anular la voluntad de congéneres que (en muchos casos) atesoran una gran riqueza de conocimientos que deberían transmitir a todo aquel que desee oírlos. Y aunque suene a manido, la vida no termina por enfrentarse con algún que otro problemilla de próstata, cistitis (uno de los ladrones se hizo pis en el momento de ser apresado por la policía) o ese maldito dolor de la ciática.
Hace tiempo asumí que las canas no eran el final, sino el principio de una nueva etapa llena de incógnitas, y la alopecia, una certeza. También han transcurrido algunos años desde aquel en el que un viejo quinqui del barrio me sacó de dudas que ni siquiera sabía que tenía. La primera dice que no se deben mezclar bebidas, otra es que tienes que pagar las deudas y había un tercer consejo que me gustaría que me recordarse, pero de momento no tengo previsto viajar a Londres.