La trompetería de Trump

En el inglés coloquial la voz trump significa varias cosas. Podríamos resumirlas en “jugador de ventaja”. En castellano la trompetería nos anuncia la irrupción estridente de los instrumentos de viento. Todas estas conexiones me vienen a la mente cuando asisto a los destellos de poca gracia que emite el trompetero Trump en la ruidosa campaña electoral norteamericana.

La figura de Trump responde a la tradición de los ricos metidos a políticos, ignaros, prepotentes; flamboyant, dicen en inglés, algo así como ostentosos y estrafalarios. El sistema electoral norteamericano facilita su presencia, al permitir la compra de espacios en los medios. Son carne de televisión. Por eso pueden ganar compromisarios y barrer literalmente a sus oponentes. En este caso, además, los otros candidatos del Partido Republicano son unos pobres cuitadiños, preparados más bien para las charlas dominicales de la parroquia protestante.

Por suerte, el sistema electoral norteamericano se precia de un sutil juego de “frenos y contrapesos”, instalado en la sociedad, no solo en el Estado. En el lado conservador de la política funcionan admirablemente los “grupos de interés”, que se hallan interesados en preservar la república. Por eso al final Trump no ganará la nominación republicana. Claro que, como los otros candidatos del partido destacan tan poco, la victoria definitiva será otra vez para los demócratas.

Claro está, me puedo equivocar, al introducir mi wishful thinking, es decir, al confundir mis deseos con las probabilidades. Es humano. Si se cumple mi error, los Estados Unidos resbalarán por un definitivo declive. Su imperio es más cultural que otra cosa; incluyendo la ciencia y sobre todo las comunicaciones. La fábrica del mundo se sitúa en otros continentes. A los españoles, provincianos que somos, nos interesan bien poco los sucesos políticos de los Estados Unidos. Mal hecho.