El eslabón perdido
Una de las aventuras científicas más fascinantes es la búsqueda del eslabón perdido, en la larga cadena de la evolución, entre los homínidos y el hombre. Este último se considera a sí mismo como “sapiens”. El eslabón sigue siendo un misterio.
Una de las aventuras científicas más fascinantes es la búsqueda del eslabón perdido, en la larga cadena de la evolución, entre los homínidos y el hombre. Este último se considera a sí mismo como “sapiens”. El eslabón sigue siendo un misterio.
Se suele convenir en que el hombre apareció cuando descubrió que la inteligencia estaba literalmente en sus manos. No es seguro que las empleara primordialmente para fabricar armas. Creo que su primer destino fue fabricar adornos y acariciar. Por lo mismo que, mucho después, el lenguaje se inventó, no para lanzar gritos de guerra, sino para entonar canciones de cuna o lo más parecido a lo que luego hemos llamado oraciones. Es decir, primero fue el canto y luego el habla y el grito. Hay una prueba misteriosa. Lo que mejor recordamos son las canciones y los ritmos que oímos en la infancia o la adolescencia. Son los rastros de una memoria ancestral.
Lo que parece más seguro es que el origen de la humanidad se sitúa en África oriental, precisamente ahora una de las zonas más pobres del mundo. Se ha rastreado incluso una auténtica “Eva” de la que descendemos todos. A veces los mitos son la mejor pista para las especulaciones de los científicos.
Fascina lo poco que sabemos de la lucha entre los neandertales y los cromañones. Los primeros eran más inteligentes y corpulentos, pero perecieron a manos de los pequeños cromañones, más próximos a los primates. El triunfo se aseguró porque los que parecían inferiores (y lo eran individualmente) supieron hacer de la necesidad virtud, y se asociaron. Desde entonces el hombre es un animal gregario y familiar, como algunos otros, como por ejemplo los lobos. De ahí otro mito: el de los niños amamantados por una loba como el origen de Roma.