In vino veritas
La antigüedad misma del proverbio latino, ya en circulación bajo otra forma entre los griegos, expresa una fuerte convicción colectiva que ve en el alcohol un desactivador de convenciones sociales. Ni que decir tiene que éstas nos mantienen en estado de falsedad y su remoción nos aproxima a la verdad. De ahí la popularidad del lugar común según el cual sólo los niños y los borrachos son sinceros; los demás, pues, mentimos. Si la vida social es un teatro de apariencias donde tenemos que ejecutar nuestra propia performance con fines adaptativos, el alcohol derribaría la cuarta pared y nos igualaría a todos en un sincero abandono de sí. ¡Abajo las máscaras! Por eso hablaba el poeta de un «don de la ebriedad»: el regalo consiste en emanciparnos del personaje que hemos elegido para las horas en que permanecemos sobrios.
La antigüedad misma del proverbio latino, ya en circulación bajo otra forma entre los griegos, expresa una fuerte convicción colectiva que ve en el alcohol un desactivador de convenciones sociales. Ni que decir tiene que éstas nos mantienen en estado de falsedad y su remoción nos aproxima a la verdad. De ahí la popularidad del lugar común según el cual sólo los niños y los borrachos son sinceros; los demás, pues, mentimos. Si la vida social es un teatro de apariencias donde tenemos que ejecutar nuestra propia performance con fines adaptativos, el alcohol derribaría la cuarta pared y nos igualaría a todos en un sincero abandono de sí. ¡Abajo las máscaras! Por eso hablaba el poeta de un «don de la ebriedad»: el regalo consiste en emanciparnos del personaje que hemos elegido para las horas en que permanecemos sobrios.
Si bien se mira, reluce aquí la superstición de la autenticidad. Se asume automáticamente que la verdad individual yace aplastada bajo sus represiones, conforme al modelo freudiano, en lugar de entender la subjetividad como un inevitable compuesto de influencias diversas de todo orden. Todo el lenguaje publicitario nos anima, de hecho, a emprender idéntico camino de liberación, llamándonos a ser «nosotros mismos». No por casualidad, el alcohol es también un recurso clásico del interrogador sibilino y del seductor vacilante, empeñados ambos en extraer suavemente de su acompañante aquello que se resiste a entregarles: variantes de la hipnosis.
En realidad, nada hay de nuevo en la autoproducción de estados alterados de conciencia. El historiador Daniel Smail ha sugerido que la historia humana puede verse como una secuencia de modificaciones de nuestros estados mentales por medios artificiales. Éstos incluyen el alcohol, el café, la novela, el erotismo, el centro comercial o el videojuego: mecanismos autotrópicos de cuya influencia no siempre somos del todo conscientes. Y es que somos seres abiertos a influencia, un dato antropológico fundamental para entender el entero aparato humano.
In vino veritas, in aqua sanitas, concluían los antiguos. Pero con ello planteaban menos un consejo médico que una dialéctica de imposible síntesis. Y en eso no podían ser más modernos.