Elogio a lo usado
En una película del Hollywood dorado, “Cuando ruge la marabunta”, el personaje que interpreta Charlton Heston rechaza a su mujer, con quien se había casado por poderes, porque no quiere nada usado a su alrededor. Todo lo que almacena en su mansión lo ha estrenado él, enfatiza. Ella había estado casada antes -algo que él ignoraba- y este descubrimiento le lleva a despreciarla. El personaje de Eleanor Parker le escucha interpretando al piano antes de replicar: “Se nota que usted no entiende de música. Los pianos usados suenan mucho mejor que los nuevos”.
En una película del Hollywood dorado, “Cuando ruge la marabunta”, el personaje que interpreta Charlton Heston rechaza a su mujer, con quien se había casado por poderes, porque no quiere nada usado a su alrededor. Todo lo que almacena en su mansión lo ha estrenado él, enfatiza. Ella había estado casada antes -algo que él ignoraba- y este descubrimiento le lleva a despreciarla. El personaje de Eleanor Parker le escucha interpretando al piano antes de replicar: “Se nota que usted no entiende de música. Los pianos usados suenan mucho mejor que los nuevos”.
A pesar de que en el mundo occidental ha dejado de sublimarse el mito de la virginidad, no se erradica así como así del imaginario masculino y no hay que trasladarse a un país musulmán para encontrar a hombres que ambicionen ser los primeros dentro del cuerpo femenino. La culpa de esta fijación –como hubiera advertido Mss. Parker a Mr. Heston “no sabe lo se pierde con un piano afinado por manos expertas”- se reparte entre la religión, las anquilosadas tradiciones y un primitivismo tan malsano que desencadena auténticos dramas. Desde la literalidad la foto relata un crimen de género como los que recogen con demasiada frecuencia nuestros medios: chico se casa con chica y cuando descubre que antes de él había sido de otro, la asesina. Un acto brutal.
La imagen, no obstante, es lo suficientemente ambigua como para que juzguemos el vil suceso alejado de nuestra realidad cotidiana, la de un primer mundo que observa los rituales exóticos con distancia. Sucede en Pakistán, pensamos con alivio; pero no deberíamos. Detrás hay una historia dolorosamente cercana a la de esa mujer acuchillada en el interior de su coche y encontrada en un aparcamiento vigués. O a la de otras mencionadas una y otra vez en textos como este.