Una mota de polvo en los espacios
Se dice pronto. Hasta hace un siglo los humanos creyeron que el universo era solo lo que veían sus ojos: la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las llamadas “estrellas fijas”. Pero ese conjunto no es más que un rincón de nuestra galaxia, la cual convive con otros cientos de millones de ellas en el inmenso espacio, donde casi todo es vacío y nada está fijo. Al tiempo, los físicos han averiguado que la unidad más pequeña del átomo (= lo que no puede dividirse) es realmente un mundo donde bailaban muchos corpúsculos. Qué desolación, aquí también casi todo es otro gran vacío.
Se dice pronto. Hasta hace un siglo los humanos creyeron que el universo era solo lo que veían sus ojos: la Tierra, el Sol, la Luna, los planetas y las llamadas “estrellas fijas”. Pero ese conjunto no es más que un rincón de nuestra galaxia, la cual convive con otros cientos de millones de ellas en el inmenso espacio, donde casi todo es vacío y nada está fijo. Al tiempo, los físicos han averiguado que la unidad más pequeña del átomo (= lo que no puede dividirse) es realmente un mundo donde bailaban muchos corpúsculos. Qué desolación, aquí también casi todo es otro gran vacío.
El paso siguiente está a punto de llegar. Lo que llamamos enfáticamente “universo” no sería más que una mota de polvo perdida en la inmensidad de los espacios, cuyos límites ni siquiera alcanzamos a imaginar. A saber cómo serán los otros “universos”.
Asombra que, ante tales magnitudes mareantes, nos hayamos creído que el hombre anda ocupado en la “exploración espacial”. La verdad es que apenas se ha despegado de la madre Tierra. Los “astronautas” solo se han posado en nuestra vecina la Luna, y eso hace medio siglo, con pocos planes para repetir la hazaña. Supongamos que se descubriera el medio para viajar a un tercio de la velocidad de la luz; hoy por hoy un sueño imposible. En ese caso los verdaderos cosmonautas tardarían millones de años en explorar nuestra modesta galaxia y aproximarse a las más cercanas. Desde luego, no volverían nunca a casa. Sabemos que las exploraciones marítimas de hace unos pocos siglos solo tuvieron valor cuando fueron capaces de regresar al punto de partida.
Seamos realistas. El hombre se halla condenado a no salir de la Tierra. Mejor será que nos dediquemos a hacer que sea un lugar más ameno.