THE OBJECTIVE
Óscar Monsalvo

Hic sunt dracones

En las escuelas se enseñaba -no sé si se seguirá enseñando- que el Quijote veía gigantes allí donde sólo había molinos. A esta percepción distorsionada de lo real llamamos, tal vez demasiado a la ligera, locura. O «filosofía», si lo que hay no es distorsión sino negación de lo real. Pero ésa es otra cuestión.

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Hic sunt dracones

En las escuelas se enseñaba -no sé si se seguirá enseñando- que el Quijote veía gigantes allí donde sólo había molinos. A esta percepción distorsionada de lo real llamamos, tal vez demasiado a la ligera, locura. O «filosofía», si lo que hay no es distorsión sino negación de lo real. Pero ésa es otra cuestión.

La del Quijote era una locura individual, y por lo tanto inofensiva. Cuando esta locura se hace colectiva el asunto pasa a ser realmente grave. Si sustituimos los libros de caballería por libros de historia -oficializada- es fácil que aparezcan gigantes. O dragones. La historia se convierte en relato. Con buenos y malos, héroes y monstruos. Ya no estamos ante la historia como búsqueda y narración de los hechos, sino como construcción de los hechos. Puigdemont dice «dragones» y los embrujados piensan en españoles o en malos catalanes. Que en ese relato viene a ser lo mismo. Otros menos sutiles publican listas con nombres: Boadella, Espada, de Azúa. Hic sunt dracones, no para marcar el territorio desconocido, sino para marcar territorio. Y para marcar también a quienes no sienten por el territorio nada más que la universal atracción gravitacional.

Ésta es la locura colectiva de nuestro tiempo, aunque no es la única. Hay otra menos evidente que consiste en ver molinos donde hay gigantes. Estos gigantes son seres (moralmente) deformados. Han participado en actos terroristas, o bien han justificado el terrorismo, o bien han negado la existencia de actos terroristas. También son gigantes -en el sentido de moralmente deformados- los que coquetean con el totalitarismo. Los que han defendido y legitimado regímenes auténticamente corruptos, que son aquellos regímenes en los que la voluntad está por encima de la ley. No pretenden pasar desapercibidos, pero ay, la tentación del abrazo. Son sólo inofensivos molinos.

En cualquier caso, no se trata de lanzarse al quijotismo. Basta con la taxonomía. Con la transcripción de las declaraciones y la crónica de los hechos. Decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es. Ese viejo deber.

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