La nada
Habla Martin Amis en su ensayo Terror y aburrimiento de “la extrema falta de curiosidad de la cultura islámica”. Y explica que la España actual (el ensayo es de 2006) traduce al español en un solo año más libros que todo el mundo árabe al árabe en los últimos once siglos.
Habla Martin Amis en su ensayo Terror y aburrimiento de “la extrema falta de curiosidad de la cultura islámica”. Y explica que la España actual (el ensayo es de 2006) traduce al español en un solo año más libros que todo el mundo árabe al árabe en los últimos once siglos.
Nada más absurdo que pedirle interés por el resto del mundo a una autarquía totalitaria como la del islam, pero hasta en la barbarie hay grados. A día de hoy, Cuba sigue presumiendo de la tasa de escolarización más alta de toda América Latina. Lo de menos es que esa cifra sea cierta: lo significativo es su horizonte intelectual. El interés de las autoridades cubanas por su tasa de escolarización, aunque sea como arma propagandística que arrojarle a la cara al resto del mundo, confirma que Cuba sigue formando parte de la tribu occidental, democrática, liberal y culta, aunque sea como el primo tonto de la familia. De ahí el empeño que pone Cuba en demostrar que en Cuba también hay democracia. La gerontocracia cubana quiere para sus ciudadanos lo mismo que Dinamarca, los EE. UU. o Australia, sólo que por un camino diferente. Que nadie dude de que lo de “todo por el pueblo pero sin el pueblo” no es cinismo sino atajo.
No es el caso del islam. Los sesenta mil muertos de las cárceles sirias de los que habla el Observatorio Sirio de Derechos Humanos han sido recibidos en Occidente con el mismo desinterés recíproco del que habla Martin Amis en su ensayo. Los refugiados sirios ni siquiera tienen otro interés para la izquierda occidental que el de su fotogenia. Siria es la causa de moda como hace años lo fue Somalia o como lo lleva siendo Palestina desde hace décadas (Palestina es el equivalente de un básico en el armario ropero de la indignación moral de la izquierda europea).
Quizá va siendo hora de dejar de hablar de naciones fracasadas y de empezar a hablar de culturas fracasadas. Que no se definirían tanto por su éxito a la hora de conseguir determinados objetivos económicos, sociales y culturales como por cuáles sean esos objetivos. “Antisemítico, antiprogresista, antiindividualista, antidemocrático y antirracional”. Así define Martin Amis al islam que en cuanto adquirió conciencia de su fracaso histórico a principios del siglo XX buscó refugio en las ideologías más criminales de la historia de la humanidad: el nazismo primero y el estalinismo luego. La pregunta, en definitiva, no es tanto qué le está haciendo Occidente al islam como qué quiere el islam para sí mismo más allá de la demolición de todo lo que le es ajeno. Y la respuesta es “nada”.
Y luego algunas almas cándidas piden empatía con esa nada.