Metiendo quinta hacia el infierno

Explican los endocrinos que al saltar de un avión en vuelo, antes que el paracaídas, se despliegan nuestros niveles de noradrenalina.

Los neurotransmisores nos permiten percibir cuándo estamos en situación de riesgo, aunque el umbral del dolor o el miedo varíen en cada individuo; ahora bien si alteráramos químicamente nuestro equilibro neuronal quizá perderíamos el temor hacia aquello que nos lo despierta. En ese estado de narcolepsia inducido, una pastilla podría manipular mi pavor a conducir a 200 por hora pudiendo llegar a competir contra un puñado de camicaces tan empastillados como una.

Aceptemos la droga como atenuante, pero ¿sabes qué? Nada liquidaría la culpa de quien se ha jugado el pescuezo a la ligera, más que la aplastante realidad de no sobrevivir para contarlo.

Esta vez la foto es apenas un señuelo. Observa los haces de luz de los vehículos y reconoce en ellos cierto orden que no presagia la tragedia que está a punto de albergar el asfalto. Debes acudir al video para participar de una dolorosa sinrazón: la que ha llevado a un grupo de jóvenes a tensar la cuerda de la suerte hasta romperla. Grabaron su carrera suicida. Resulta hasta natural en una sociedad donde se captura todo con el mero objetivo de almacenarlo, o a lo sumo colgarlo en cualquier red social. Ya nada se contempla a través de una pupila sino de una lente. Lo que sucede no es real sino digital, incluyendo la muerte de los ocupantes de un coche que se estrelló acelerando hasta lo imposible tras picarse con otro.

Atrévete a pinchar el video. Espeluznante. Aunque si lo tuyo es recrearte en el morbo de una imagen a partir del minuto 1.06 tendrás un fundido a negro y la banda sonora del horror. Suficiente.
No imagino neurotransmisor que aminore el efecto.