THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

The Royal hundimiento

En la vida uno puede caerse de muchas formas, desde las más literales a las metafóricas. Si las últimas conllevan amargura y tendemos a empatizar con quien se viene abajo –salvo que se trate de un “enemigo” y se la tengamos jurada- porque algún día nos puede suceder lo mismo, el trastazo textual provoca hilaridad. ¿Quién no se ha partido de risa ante un desplome morrocotudo en lugar de levantar a la víctima del suelo? Mi madre, que venía de fábrica con la sabiduría de las abuelas, cuando ante una dificultad tratabas de echarle una mano replicaba: “¡Quita! Tú no ayudas más que a caer”. Pues eso. Si uno se la pega delante de nuestras narices la naturaleza humana nos llevaría a desternillarnos. Hace años la tele se alimentaba con programas de estúpidas caídas y hoy Youtube sostiene canales de morrazos anónimos.

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The Royal hundimiento

En la vida uno puede caerse de muchas formas, desde las más literales a las metafóricas. Si las últimas conllevan amargura y tendemos a empatizar con quien se viene abajo –salvo que se trate de un “enemigo” y se la tengamos jurada- porque algún día nos puede suceder lo mismo, el trastazo textual provoca hilaridad. ¿Quién no se ha partido de risa ante un desplome morrocotudo en lugar de levantar a la víctima del suelo? Mi madre, que venía de fábrica con la sabiduría de las abuelas, cuando ante una dificultad tratabas de echarle una mano replicaba: “¡Quita! Tú no ayudas más que a caer”. Pues eso. Si uno se la pega delante de nuestras narices la naturaleza humana nos llevaría a desternillarnos. Hace años la tele se alimentaba con programas de estúpidas caídas y hoy Youtube sostiene canales de morrazos anónimos.

Ver a un tipo más largo que un día sin pan despatarrado en el suelo tiene su aquel sin embargo a la mujer policía no le provoca gracia, al contrario su gesto detona el miedo a una fatalidad, como si en lugar de una lipotimia al soldado le hubiera sobrevenido un infarto fulminante y acabara de fallecer a los pies de su majestad -con la de genuflexiones que habrán contemplado sus noventa años-.

La foto contiene más de una asincronía; aparte de unos uniformes apolillados –soslayando lo pintoresco, reconozcamos que son de otro siglo y otra estación- y de unas celebraciones francamente añejas, hay dos reacciones antagónicas: la parálisis de los soldados de la Guardia Real frente a la reacción de sorpresa y auxilio de la policía. Me cuesta entender cómo la disciplina castrense deshumaniza sacrificando las emociones, pero sí comprendo la distancia existente entre un Reino unido frente a lo demás. Puesto que se perciben distintos, es loable su voluntad de decidir si seguir o marcharse.

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