¿Somos las mujeres más tontas que los hombres?
Ojeando las imágenes de The Objetive para mi columna quincenal, llama mi atención el siguiente titular: ‘El cerebro de los hombres ha crecido más que el de las mujeres’.
Ojeando las imágenes de The Objetive para mi columna quincenal, llama mi atención el siguiente titular: ‘El cerebro de los hombres ha crecido más que el de las mujeres’.
La noticia recoge el trabajo del neurocientífico Karl Zilles, que lleva años estudiando la configuración del cerebro humano, y ha comprobado que el cerebro masculino ha crecido más que el femenino en los últimos cien años. Entonces me topo con la siguiente cita, que se atribuye al profesor: «Esto no significa que los hombres, a quienes les ha crecido el cerebro mucho más, tengan un grado mayor de inteligencia. Pero hay muchas más probabilidades de que así sea».
Lo primero que pienso es que The Objective ha decidido dar voz a uno de esos científicos minoritarios, que defienden que las mujeres somos más tontas que los hombres o que los negros no son tan listos como los blancos. Sería polémico, pero legítimo. Sin embargo, Google no tarda en sacarme de mi error. El buscador me devuelve una entrevista con Zilles publicada en ABC, y de la que se han extraído las palabras del científico.
Cuál es mi sorpresa al descubrir que lo que se cita como una afirmación del profesor es en realidad una interpretación interesada y manipulada de sus palabras, para hacerle hablar de hombres y mujeres donde se refiere a personas. Y es que, lo que el profesor afirma en esa entrevista es exactamente lo contrario de lo que sostiene The Objective. Cuando le preguntan si, en su opinión, los hombres son más inteligentes que las mujeres, Zilles responde con un rotundo “no”. Y añade: “Puesto que no hay diferencias entre el CI de hombres y mujeres, esto significa que ambos utilizan distintas estrategias para tener un CI semejante, independientemente del tamaño. Este es un buen ejemplo de cómo este tipo de correlaciones debe interpretarse con cautela”.
Correlación no es causalidad. O dicho de otro modo: el tamaño importa, sí, pero hasta cierto punto. Si solo se tratara de eso, la ballena azul, con su gran cerebro de siete kilos, nos pulverizaría en una partida de ajedrez.
Me veo obligada a aclarar esto aquí para limpiar el buen nombre del señor Zilles. Y el de las mujeres.