Se busca concursante de “reality” para Presidente
Es probable que este rostro te deje impasible. Yo tampoco sabía de quién se trataba hasta que leí la noticia: acaba de ser elegido Presidente de Islandia. Si bien sus elecciones han coincidido con las nuestras, la machada de su Selección en la Eurocopa lo eclipsa todo porque no deben de tener cabeza para otra cosa que no sea jalear a sus jugadores. Quizá por ello se les ha colado una estrella de la tele por la escuadra.
Es probable que este rostro te deje impasible. Yo tampoco sabía de quién se trataba hasta que leí la noticia: acaba de ser elegido Presidente de Islandia. Si bien sus elecciones han coincidido con las nuestras, la machada de su Selección en la Eurocopa lo eclipsa todo porque no deben de tener cabeza para otra cosa que no sea jalear a sus jugadores. Quizá por ello se les ha colado una estrella de la tele por la escuadra.
Gudni Th. Jóhannesson es historiador de formación y tertuliano de oficio, lo que le confiere una notable popularidad que –aquí lo sabemos bien- no siempre se corresponde con prestigio.
La televisión y la política se han convertido en unos vasos comunicantes muy peligrosos, cuyo flujo hemos asimilado como parte del juego democrático. Sin embargo estas relaciones no son inocuas. El político necesita un medio trasversal de rápida penetración y la tele programar horas de un contenido cercano al espectáculo; un quid pro quo interesado pero poco interesante a la hora de formar opiniones de peso, ya que el criterio de la audiencia debería encaminarse a discriminar lo popular del populismo. Es esto último lo que convierte el sillón de una tertulia en un púlpito, el slogan en un ideario programático y al carismático presentador en un líder, sea del color que sea.
Quienes defienden el modelo recurren al sistema norteamericano del cual hemos, en teoría, “importado” la dimensión mediática del político, pero una cosa es la accesibilidad de quien se postula a gobernar y otra que se presente a candidato quien más horas de televisión acumule a sus espaldas, porque de ser así se me ocurre más de un programa donde encontraríamos buenos caladeros de líderes.
La jornada de reflexión debería ser el día después de las elecciones. Y en él convendría mandar el mando a hacer puñetas.