THE OBJECTIVE
Enrique García-Máiquez

Pedidas televisadas

Subjetivamente, yo tendría que estar muy a favor de esta estampa de dos olímpicos comprometiéndose en matrimonio ante los ojos innumerables del mundo. Por cuatro razones. Por defensor del vínculo, porque soy un romántico empedernido, porque defiendo, disfruto y difundo el prosaísmo sentimental en literatura y porque, de alguna manera, el gesto relativiza la medalla de plata que había ganado ella, la saltadora He Zi. Me paso la vida refunfuñando contra el absolutismo del deporte y ahí venía esta escena a decirnos que la auténtica medalla de oro es el amor. Oh.

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Pedidas televisadas

Subjetivamente, yo tendría que estar muy a favor de esta estampa de dos olímpicos comprometiéndose en matrimonio ante los ojos innumerables del mundo. Por cuatro razones. Por defensor del vínculo, porque soy un romántico empedernido, porque defiendo, disfruto y difundo el prosaísmo sentimental en literatura y porque, de alguna manera, el gesto relativiza la medalla de plata que había ganado ella, la saltadora He Zi. Me paso la vida refunfuñando contra el absolutismo del deporte y ahí venía esta escena a decirnos que la auténtica medalla de oro es el amor. Oh.

Sin embargo, no doy saltos de alegría por la alegría televisada de los saltadores. Ni por ellos ni por el resto, que es ya moda o tendencia pedirse en matrimonio ante las cámaras. La intimidad sirve o servía para no mezclarlo todo. Con esta costumbre contemporánea, el espectáculo se come hasta las migas del acontecimiento. Para el romanticismo son esenciales la libertad y la incertidumbre. No creo que,en esas circunstancias, He Zi, que tiene nombre de afirmación contundente y ceceante(¡Que sí!), pudiera haberle dicho que no a Quin Kai. Casi seguro que no pensaba rechazarlo, pero en una declaración amorosa que se precie hay que dejar campo a la posibilidad y no poner a la chica entre la cámara y la pared. Además, está la soledad de dos, que es la mejor del mundo, y que estos chicos chinos se han perdido. Y han chafado el gozo de contarlo después. Atención al “después”, que es uno de los secretos por los que la literatura resulta compatible con la intimidad. El otro es que tiene tan pocos seguidores, casi siempre, y tan silenciosos, en todo caso, que no interfieren. Finalmente, contra lo que pudiese parecer, no deja de ser una victoria del deporte y del chándal, encima, sobre el matrimonio, pues éste se supedita a la competición, al podio y a los aplausos del público.

El cine, tan maravilloso, ha hecho mucho daño, sin querer, mostrándonos tantas escenas íntimas en primer plano en salas atestadas. Hemos confundido los planos, me temo. Las redes sociales nos tienen también muy retransmitidos. Pero hay que dar el salto afuera, y defender con uñas y dientes el espacio de la intimidad, que es el del amor. Que He Zi y Quin Kai no lo hayan hecho no quita para que, desde aquí, les deseemos un matrimonio feliz, duradero y discreto.

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