La apropiación interesada de los agravios ajenos
Hacer propia la causa justa de otros es un ejercicio de empatía irreprochable, y termómetro del progreso y la civilización. Los problemas nos sobran y toda solidaridad parece poca: “Quien salva una vida, salva el mundo entero”, dice la sentencia talmúdica. Sin embargo, las quejas por la celebración del 12 de Octubre muestran bien hasta qué punto el uso interesado de la solidaridad la pervierte y la banaliza. No se me ocurre nada más dañino contra la causa del progreso. ¿Son las acusaciones de genocidio que hace Ada Colau una muestra de solidaridad con el indígena? ¿O se busca rédito político en Cataluña sumándose al discurso socialmente extendido contra España de parte de su electorado? Aquellos que apoyan con su discurso o su presencia la mencionada Diada o el Aberri Eguna pero rechazan el 12 de Octubre porque “el patriotismo se demuestra, no se celebra”, ignoran no sólo su visible contradicción, sino también que, con esa lógica, no te presentas ni en tu boda.
Hacer propia la causa justa de otros es un ejercicio de empatía irreprochable, y termómetro del progreso y la civilización. Los problemas nos sobran y toda solidaridad parece poca: “Quien salva una vida, salva el mundo entero”, dice la sentencia talmúdica. Sin embargo, las quejas por la celebración del 12 de Octubre muestran bien hasta qué punto el uso interesado de la solidaridad la pervierte y la banaliza. No se me ocurre nada más dañino contra la causa del progreso. ¿Son las acusaciones de genocidio que hace Ada Colau una muestra de solidaridad con el indígena? ¿O se busca rédito político en Cataluña sumándose al discurso socialmente extendido contra España de parte de su electorado? Aquellos que apoyan con su discurso o su presencia la mencionada Diada o el Aberri Eguna pero rechazan el 12 de Octubre porque “el patriotismo se demuestra, no se celebra”, ignoran no sólo su visible contradicción, sino también que, con esa lógica, no te presentas ni en tu boda.
Por otro lado, muchas críticas al Descubrimiento de América de nuestras generaciones parten de una confusión interesada. El gran drama de América Latina ha sido la pervivencia durante dos siglos de repúblicas elitistas, en muchos casos racistas, donde unas cuantas familias han manejado sus intereses particulares con la excusa de los de sus países. Poco ha pintado España, menos aún Colón, en esa incapacidad de América Latina para reformarse sin generar desigualdad y violencia en los últimos doscientos años. A principios del siglo XIX, cuando se produjeron las independencias americanas, España era un país en peor situación que los antiguos virreinatos. Las venas abiertas no sólo estaban en América Latina.
Remontarse a 1492 y generar un discurso explicativo de los males actuales no aguanta un análisis histórico. Incluso Eduardo Galeano acabó abjurando del suyo. Mientras esté a mano el espantajo de Colón, la Conquista, la Doctrina Monroe o la United Fruit Company muchos gobernantes latinoamericanos se librarán de dar explicaciones de por qué (ahora, no en 1808 o 1920), pese a tener riqueza natural, persisten niveles de desigualdad intolerables o por qué han sumido a sus países en la ruina económica y la violencia callejera. No se me ocurre táctica política y discurso social más reaccionario y conservador que el que ha comprado parte de nuestra izquierda, por intereses o por ignorancia, o por esa forma de ignorancia que es el fanatismo ideológico. Y lo que es peor, en nombre de la solidaridad.