La ilusión del realismo
Este fin de semana Simon Kuper se preguntaba en el Financial Times por qué Occidente había abandonado Alepo. Según Kuper, la razón es que los occidentales hemos cambiado: el 11S modificó la percepción de los musulmanes, los fracasos del intervencionismo (y el conocimiento de las falsedades que se emplearon en ocasiones para justificarlo) desacreditaron los argumentos en favor de la acción en el extranjero, la crisis financiera centró a Occidente en sus propios problemas. Entretanto, además, Rusia ha renovado sus ambiciones en política exterior.
Este fin de semana Simon Kuper se preguntaba en el Financial Times por qué Occidente había abandonado Alepo. Según Kuper, la razón es que los occidentales hemos cambiado: el 11S modificó la percepción de los musulmanes, los fracasos del intervencionismo (y el conocimiento de las falsedades que se emplearon en ocasiones para justificarlo) desacreditaron los argumentos en favor de la acción en el extranjero, la crisis financiera centró a Occidente en sus propios problemas. Entretanto, además, Rusia ha renovado sus ambiciones en política exterior.
En El Mundo, Pablo Rodríguez Suanzes escribía que, pese a los anuncios del gobierno en funciones, España solo ha acogido a 481 refugiados de los 17.680 que le corresponden. Si se cumple la acogida anunciada por el ministro del interior, España llegaría a los 863. Esa cifra, muy lejos de su compromiso, la situaría en los primeros lugares de la Unión Europea. El modelo de cuotas ha fracasado y se habla de “solidaridad flexible”. Es decir, “intentar, por las buenas, que cada cual aporte lo que considere oportuno”.
Es casi un lugar común ignorar la responsabilidad de los gobiernos y culpar solo a la UE. Ivan Krastev ha escrito que pocas veces ha habido más sintonía entre gobernantes y gobernados que en el rechazo rotundo de algunos líderes del este de Europa a recibir refugiados. Pero en algunos países de Occidente, y a pesar de que mucha gente está a favor de ayudar, los populistas parecen estar ganando el debate.
“Es fácil burlarse de quien quiera ayudar a los refugiados como un ingenuo elitista metropolitano. Pero en ese caso tienes que aceptar la muerte de un niño de cuatros años en el suelo de un hospital en Alepo”, decía Kuper. A veces, en los llamamientos a la solidaridad hay algo autocomplaciente y narcisista, y a menudo la energía se canaliza más hacia la propia satisfacción que a pensar qué puede resultar útil. Pero la aparente lucidez del realismo muchas veces es también una ilusión: igual de autocomplaciente y narcisista, y algo más mezquina.