El retrato de Dorian Brey
A Rajoy le han dado por muerto tantas veces que alguien hasta le hizo la esquela. La colgaron en Twitter y siempre acaba reapareciendo para las grandes ocasiones. Esas esquelas de cuerpo presente, repeinado el muerto, que se hacían antes. Miércoles, Día de Difuntos. A Mariano lo han dado por muerto tantas veces que tal vez le hayan hecho inmortal; tanto como puede ser un presidente que aspira a vivir nueve años en la Moncloa.
A Rajoy le han dado por muerto tantas veces que alguien hasta le hizo la esquela. La colgaron en Twitter y siempre acaba reapareciendo para las grandes ocasiones. Esas esquelas de cuerpo presente, repeinado el muerto, que se hacían antes. Miércoles, Día de Difuntos. A Mariano lo han dado por muerto tantas veces que tal vez le hayan hecho inmortal; tanto como puede ser un presidente que aspira a vivir nueve años en la Moncloa.
El Congreso es una plaza de francotiradores tuertos. Y España un país donde siempre la toman con el que fusila, no con el que da la orden. Lo peor de todo es que disparan con rifles como los del monólogo de Gila, “que no matan, pero desmoralizan.” Algo así ha ocurrido con Pedro Sánchez, iba para mártir y ha salido líder. El sábado se presentó de mañana en el Congreso y no amenazó previamente con suicidarse, que habría sido una cosa muy española. “¡Qué me mato, eh! O me restituís en mi cargo o me mato aquí mismo.” Mientras, los conspiradores, le hubieran apremiado: ¿Pero te matas o no? Qué no llegamos a la sesión de investidura a abstenernos –por imperativo–. Pero no. Pedro Sánchez llegó, firmó, dio una rueda de prensa y se fue. Dijo entre medias que sentía mucho los colores, como un futbolista camelándose a los aficionados. También dijo que hoy resucitaría. Resucitar como milagro si convocan el Comité Federal antes de seis meses.
Pablo Iglesias, desde la tribuna de oradores, dispara contra todo lo que se mueve. Acertar no acierta a nada.
Rajoy entre tanto, con esa parsimonia suya de gallego que sabe delegar, ha doblegado incluso a la realidad. Del PSOE quedan los cimientos a la intemperie. De la “vieja política” se vio en el Congreso que al menos sobrevive algo del orgullo intacto en ese aplauso compartido a las palabras de Hernando contra Rufián. Por el monte del Congreso vuelven a correr los ánimos y las ánimas. A alguno se le olvidó que Rajoy no estaba muerto, no, que estaba en funciones.
Rajoy jura el cargo hoy. Mañana empezará a pensar en ministros y en dar órdenes al motorista. El Congreso, ya digo, es una plaza de francotiradores tuertos.