Tiranías que van, ¿tiranías que vienen?
“El gobierno chino pondrá nota a sus ciudadanos para premiarlos o castigarlos según su conducta”. Eso decía este mismo periódico. Y nos invitaba a imaginar cómo sería un gobierno que supervisara todo lo que hacemos para ponernos nota y premiarnos o castigarnos según nuestra conducta. En realidad, poco hay que imaginar. Podríamos simplemente recordar cómo fueron los regímenes totalitarios del siglo pasado y cómo siguen funcionando en la actualidad en Corea del Norte. De hecho, lo único nuevo aquí es el acceso que el gobierno chino pueda tener a “todo lo que hacemos”, pero es una vieja verdad que en las dictaduras el ciudadano siempre es más transparente que el gobierno. Por eso es evidente que un sistema de puntos gubernamental como el que propone china es simplemente un refuerzo de la dictadura. Está por ver si un sistema de puntuación entre ciudadanos sería sinónimo de mayor libertad.
“El gobierno chino pondrá nota a sus ciudadanos para premiarlos o castigarlos según su conducta”. Eso decía este mismo periódico. Y nos invitaba a imaginar cómo sería un gobierno que supervisara todo lo que hacemos para ponernos nota y premiarnos o castigarnos según nuestra conducta. En realidad, poco hay que imaginar. Podríamos simplemente recordar cómo fueron los regímenes totalitarios del siglo pasado y cómo siguen funcionando en la actualidad en Corea del Norte. De hecho, lo único nuevo aquí es el acceso que el gobierno chino pueda tener a “todo lo que hacemos”, pero es una vieja verdad que en las dictaduras el ciudadano siempre es más transparente que el gobierno. Por eso es evidente que un sistema de puntos gubernamental como el que propone china es simplemente un refuerzo de la dictadura. Está por ver si un sistema de puntuación entre ciudadanos sería sinónimo de mayor libertad.
Esto es, de algún modo, lo que plantea el primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror. En él, vemos una sociedad en la que cada persona con la que nos crucemos podrá puntuarnos desde una aplicación móvil como si fuese el mismísimo gobierno chino. Y de esa puntuación, media de lo bien o mal que caemos a amigos, conocidos y saludados, dependen cosas tales como el piso en el que podamos vivir, el coche que podamos alquilar o el tipo de tratamiento médico que podamos recibir. En esta sociedad, todo el mundo está obligado a ser simpático con todo el mundo. En esta sociedad, el ciudadano es un tirano para el ciudadano. Por eso no está claro que pagar con la simpatía sea mucho mejor que pagar con la sumisión al Partido Comunista.
La ventaja de distopías como esta es que actualizando viejos miedos señala amenazas presentes. Y la amenaza que aquí señala Black Mirror no es el retorno de la vieja tiranía comunista ni la inminente llegada de la futura tiranía tecnológica, sino el actual y plenamente democrático despotismo blando que ya denunciaba Alexis de Tocqueville. Un despotismo que no es sólo el de un gobierno que cuanto más protege más obliga, sino el de unos ciudadanos que cuanto más respeto exigen más silencio pretenden imponer.