Rassemblement cosmopolita
Paseaba hace unos días con mi perro al caer la tarde cerca de una de las dos Iglesias del barrio. No había mucha gente en la calle y supuse que dentro del templo habría aún menos. Suelo salir con música en los auriculares, pero afortunadamente, al pasar junto a una de las puertas laterales, la canción terminó. En el ínterin entre una y otra pude escuchar un murmullo enorme y eso llamó mi atención. Eché un vistazo desde la entrada lateral y vi la iglesia bastante llena. Fui hacia la puerta principal, cerca de la entrada del parque, y allí me quedé de pie junto a Montalbano, mi perro, haciendo ver como que esperaba a alguien, pero en realidad curioso y atento ante un conjunto de personas que se reunían en su particular rassemblement pacífico y tranquilizador. Les vi salir aliviados y contentos en distintas direcciones. Agnóstico irremediable, los envidié sin pudor.
Paseaba hace unos días con mi perro al caer la tarde cerca de una de las dos Iglesias del barrio. No había mucha gente en la calle y supuse que dentro del templo habría aún menos. Suelo salir con música en los auriculares, pero afortunadamente, al pasar junto a una de las puertas laterales, la canción terminó. En el ínterin entre una y otra pude escuchar un murmullo enorme y eso llamó mi atención. Eché un vistazo desde la entrada lateral y vi la iglesia bastante llena. Fui hacia la puerta principal, cerca de la entrada del parque, y allí me quedé de pie junto a Montalbano, mi perro, haciendo ver como que esperaba a alguien, pero en realidad curioso y atento ante un conjunto de personas que se reunían en su particular rassemblement pacífico y tranquilizador. Les vi salir aliviados y contentos en distintas direcciones. Agnóstico irremediable, los envidié sin pudor.
Las victorias populistas del Brexit, Trump o las buenas perspectivas de los distintos lepenes y de partidos nacionalistas o regionalistas, ponen de relieve muchas cosas, pero a mi entender la falla esencial del liberalismo político y económico: la sensación de desamparo en un mundo que se percibe, por el auge de las comunicaciones, crecientemente inestable e incierto. Sentimos que el sistema nos abandona y no hay comunidad, o que esta es ahora insuficiente tras el debilitamiento de los vínculos familiares, laborales e incluso geográficos.
En mi soledad ante aquella feligresía que se dispersaba, vi que era no sólo más infeliz en ese momento que aquellas personas, sino, sobre todo, que estaba mucho más indefenso. Eché de menos los mítines multitudinarios, los dirigentes balsámicos, los sobreentendidos sociales. Me sentí profundamente solo, hasta que miré hacia abajo y me topé con la mirada cálida de Montalbano, que parecía tan extrañado como yo de verme tanto tiempo ante aquella puerta. Di gracias de que no hubiera una urna y unas elecciones en ese instante. Me fui de allí con él y mis pensamientos, y recompuse mi comunidad de la mejor manera que pude.