En la guerra, un poeta
Yom Kipur. En el Día de la Expiación, en Israel, el Estado de los judíos, se para el mundo. Es el día del arrepentimiento y de la aflicción de las almas. No se bebe, no se come, por supuesto no se folla y se entona la Unetané tokef:
Yom Kipur. En el Día de la Expiación, en Israel, el Estado de los judíos, se para el mundo. Es el día del arrepentimiento y de la aflicción de las almas. No se bebe, no se come, por supuesto no se folla y se entona la Unetané tokef:
En Rosh Hashaná se inscribe y en Yom Kipur se sella: cuántos se irán y cuántos nacerán, quién vivirá y quién morirá, quién morirá en su tiempo y quién antes de su tiempo, quién mediante el agua y quién mediante el fuego.
En el Yom Kipur de 1973, Israel, Estado de los judíos, fue trágica, sorpresivamente atacado por Egipto nacional y socialista.
Leonard Cohen se encontraba en la isla griega de Hidra. Por su pueblo (“Nunca he ocultado que soy judío, y en cualquier crisis que haya en Israel, allí estaré. Estoy comprometido con la supervivencia del pueblo judío”), dejó atrás a su familia y se presentó en la Tierra Prometida para ayudar en lo que fuera. Trabajando en un kibutz, por ejemplo. Pero enseguida un semejante le propuso un plan mejor: cantar para los soldados. Quizá no sea buena idea: si se trata de levantar la moral a la tropa, adujo, mis canciones son de penas. No digas eso, hombre. Y el poeta fue a la guerra.
Y cantó y cantó y cantó; durante tres meses, hasta siete y ocho veces al día, en bases y hospitales de campaña, en el Sinaí y en “los ojos de Israel”, el monte Hermón: “La excitación, la energía y el alborozo, mezcladas como estaban con una terrible tristeza, crearon la más emotiva actuación que he visto en mi vida”, confesará un testigo promotor.
En el Sinaí bíblico, formidable, el sacerdotal Leonard Cohen apeló a Dios, “Lover, Lover, Lover”, y pidió por la vida de los soldados; comprometido vitalmente con Israel, con humana incongruencia pidió por los de cada bando:
And may the spirit of this song,
May it rise up pure and free.
May it be a shield for you,
A shield against the enemy.
En el día de su muerte, cuando Reuven Rivlin, presidente del Estado de Israel, despertó, Nejama, su mujer, seguía ahí:
Esta mañana nos miramos el uno al otro y andábamos pensando lo mismo: “Dance Me to the End of Love” ha sido la banda sonora de tantos momentos en nuestra vida, como pareja y como familia… Qué pena que se vaya este hombre, cuyo rostro y cuya voz nos acompañaron durante tantos años. Un gigante de la creación, abierto a todo el mundo, también supo acompañar a Israel en los días prósperos y en el campo de batalla.