Escila y Caribdis
«Un camión embiste» a una multitud en un mercado navideño en Berlín y deja varios muertos.
«Un camión embiste» a una multitud en un mercado navideño en Berlín y deja varios muertos.
«Un refugiado pakistaní» asesina a varias personas en un mercado en Berlín.
Esos dos sintagmas se refieren al mismo hecho, pero cada uno de ellos, al referirse al hecho, configura un mundo distinto. O al revés, cada visión del mundo crea su propio sintagma.
El primero es un mundo en el que el mal es siempre un accidente. El mal es impersonal para que el mundo pueda ser más habitable, para que la vida -y sobre todo la muerte- sea más cómoda. Los asesinatos son cometidos por fuerzas abstractas, o por categorías inofensivas.
«Un camionero mata a 12 personas en Berlín y reaviva el miedo al terrorismo en Europa», titulaba un periódico. Porque, ¿quién en su sano juicio culparía a los camioneros?
El objetivo es rebajar los atentados a asesinatos, y los asesinatos, cuando se puede, a accidentes. Se elimina el «por qué», ciertamente problemático -«en venganza por Alepo», titulaba el mismo periódico al referirse al atentado contra el embajador ruso en Turquía-, e incluso el «quién». Queda sólo el «cómo», el «cuándo» y el «dónde», el paraíso de la neutralidad. El «qué» es una definición, y las definiciones hace tiempo que forman parte del reino de la opinión. Esto lo sabemos bien en el País Vasco, donde se ha impuesto «conflicto» para hablar del terrorismo, y donde «muerte» sustituía habitualmente a «asesinato».
El segundo es un mundo en el que hay culpable, y lo hay antes de que se produzca el crimen. Los culpables del atentado de Berlín serán los refugiados, los musulmanes o Merkel. Es una manera sencilla de deshacer el nudo gordiano. La crisis de los refugiados presenta muchísimos problemas, y no es posible eliminarlos. La solución rápida, por tanto, es eliminar el problema general. Frente al infantilismo de las pancartas de bienvenida, el rechazo rotundo. Para defender este rechazo viene muy bien el segundo sintagma, y mejor si se suelta en caliente, antes de que la policía compruebe que el refugiado pakistaní no es el culpable.
El primero es un mundo que elude la realidad, en el que se eliminan los aspectos incómodos del hecho.
El segundo es un mundo que contamina la realidad, busca darle una dimensión falsa y exagerada al hecho.
Nuestra visión del mundo, nuestros sesgos, los cantos de nuestras sirenas, pueden atraernos hacia Escila o Caribdis. Y a diferencia de lo que ocurre en el relato homérico, nosotros no llegamos nunca a alejar definitivamente el peligro.